Antes de ser una, siempre pensé que los columnistas tenían claridad en la selección y desarrollo de temas iluminadores que interpelaban o cuestionaban aspectos con el fin de proponer transformaciones en bien de una sociedad.
Viniendo desde el área de la cultura por mi formación, cada vez me siento más confundida, sin saber para dónde tirar sin cansarles a mis lectores. Lo que a continuación manifiesto no deja de ser aburrido por la enorme cantidad de artículos que se han escrito ya sobre el tema. Lo hago bajo el signo de la frustración por la conducción actual del Estado; me declaro agotada, agobiada, desencantada.
El tema cultural fue la primera gran parada de burro. El flamante Ministerio de Cultura “y Patrimonio” arrancó quasi desbocado. El Instituto Nacional de Patrimonio Cultural recibió fondos inéditos y contrató a cientos de jóvenes para realizar un gran inventario nacional, detectar la emergencia del salvataje patrimonial y emprender en proyectos nada despreciables. Un momento de aquellos se detuvo. Con gran ímpetu finalmente se trasladaron los bienes del Banco Central y se recrearon los museos, bibliotecas y archivos nacionales. Duro traspaso, pero más duros aún la condición y el silencio en el que quedaron dichos bienes y sus instituciones. Más allá de uno que otro disparo al aire, duermen el sueño de los justos. Decenas de discusiones alrededor de la polémica Ley de Cultura; ahora… olvidada. Lo mismo, alrededor de la independencia o no de las Casas de la Cultura; ahora casi desfinanciadas y sin claridad sobre su destino.
El Ministerio parece haberse vuelto un botín para pagar favores políticos. Nótese –no creo que lo tenga que decir muy en alto, era claro- que el ministro Paco Velasco era todo menos culto (aunque gozara del puesto “como chancho en lodo”).
Francisco Borja se va sin resolver nada y ahora nos enteramos de la posesión de un séptimo ministro, académico de la Flacso. ¡Dios le ampare! Aún nos queda, señor Ministro, un mínimo de esperanza, un mínimo. Ojalá no se nos defraude nuevamente.
La cultura y la tecnocracia no se llevan bien; invertir en Cultura tiene retornos extremadamente valiosos pero desafortunadamente difíciles de medir, son intangibles. La cultura y el ejercicio del poder a como de lugar, tampoco se llevan bien. La cultura solo actúa en piso libre. Se nutre del pensamiento reflexivo y cuestionador de los sujetos, es amenazante, sí, amenazante. Supongo que la experiencia del señor Presidente en el ejercicio de poder le ha puesto en aviso de este pequeño detalle. ¿Será por ello que prefiere ponerla a hibernar? ¿Será por ello que nos distrae con tanto ministro? No olvide, señor Correa, que lo que se hizo con tanto esfuerzo –antes y durante la primera parte de su gobierno- no se puede borrar con el codo.
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