Estudiante joven en el País Vasco que solo piensa en una carrera universitaria en Europa, y lo hace con escasos conocimientos sobre las realidades específicas de las regiones y culturas que la pueblan. Principios de los años 70, a pocos de la muerte de Franco. Desde mi inicial ingreso en Pamplona, en la Universidad de Navarra, escuchaba por vez primera dos términos que jamás me abandonaron: Opus Dei y ETA. Al primero fui entendiendo desde el fanatismo, la exclusión y la manipulación que se produce al interior de las instituciones/movimientos religiosos cuyos líderes controladores –pero inteligentes como lo era Escrivá de Balaguer- pueden mover miles de voluntades a su favor en función de la idea de salvación de almas. Me costó mucho más comprender los móviles de grupo terrorista ETA cuyas ideas iniciales pude discutir y compartir con amigos que no precisamente entraban a la Universidad de Navarra, verdadera antítesis del movimiento. Pistas por doquier, “Euskadi” (País Vasco) no era España, ni parte de esta; la independencia era un imperativo, así como la de reunificar las siete provincias vascas interrumpidas por los Pirineos y atrapadas entre España y Francia.
Franco murió en 1975, muchos pescadores vascos celebraron devolviendo la pesca al mar, los poetas vascos españoles y franceses recitaron juntos por vez primera sus consignas contra el dictador… Viví en carne propia estos sucesos. La cobertura desde el canal oficial solo mostraba las interminables filas en Madrid para dar el último adiós a su líder, nacionalista español a ultranza.
Como sabemos el “problema vasco” solo se fue agudizando, cobrando vidas y destruyendo familias, hasta que en el 2011 se declaró el cese del fuego tras más de 40 años de dolor y destrucción.
Para perdonar y olvidar había que dejar pasar un tiempo. Pero no tanto que las generaciones venideras solo tuviesen un vago recuerdo de una Guerra Civil o un Franco. Seguramente por este silencio luctuoso, es que la novela “Patria” de Fernando Aramburu (2016 y 4 ediciones adicionales sucesivas) no deja de tener resonancias múltiples, además de haber obtenido los premios literarios más destacados. Aunque no sea LA novela sobre el conflicto, el uso magnífico del lenguaje y la estructura desplegada en sus 646 páginas, nos permite entrever más que nada la naturaleza humana a través de la historia de dos familias amigas y vecinas uno de cuyos miembros enrolado en ETA es parte del asesinato del jefe de familia de la otra. Habrá que esperar otras que incluyan la inteligencia y el trasfondo sociopolítico del movimiento, los avatares de la Guardia Civil o los tejemanejes del mismo centralismo nacionalista franquista. Que nos lleven a entender por qué aún siguen vigentes el sentir de patria vasca o catalana, separadas de una nación.