1. ¿Qué opina usted del aplazamiento de las leyes que el Presidente debe enviar a la Asamblea Nacional para poner a tono el Plan Económico?
La aplicación de los enunciados del programa económico va demasiado lento. Es difícil encontrar razones que expliquen las dilatorias. Si el Presidente anunció el tipo de medidas hace algunas semanas, debemos suponer que al interior del gobierno existieron los corrrespondientes debates que llevaron a las definiciones comprometidas por el más alto representante político del país.
Si queremos llevar más adelante este comentario, los conceptos relativos a la promoción de la inversión privada no demandan una tardanza como la que se ha producido. Salvo, por supuesto, si son producto de nuevas discrepancias, que estuvieron ocultas o se sienten temerosas (posiblemente de carácter ideológico, que tanto estorban y hacen daño cuando salen a la superficie) sobre el alcance de las medidas, que impiden su concreción o que están en camino de mediatizarlas. En cualquier caso, estos atrasos dan señales de indefinición. De duda. Acumulan temores.
2. ¿Es viable o es el único camino la visión gradual de aplicar las reformas y las acciones del plan económico como algunos analistas se preguntan?
Hay personas que prefieren decisiones de shock. Duras. De enorme repercusión política con derivaciones sociales muy lastimeras. Con eso aseguran, teóricamente porque en la práctica no se puede sostener que aquello sea cien por cien posible, la puesta en marcha de un programa de corrección del rumbo económico. La historia moderna tiene innumerables ejemplos de sus calamitosas consecuencias desestabilizantes del orden social y político (Nicaragua en estos días ilustra el punto cuando se rebasa el nivel de tolerancia colectivo)
La segunda reflexión se asienta en el modelo económico en vigencia, con moneda prestada y serias inflexibilidades que limitan el tiempo de correccción de los desequilibrios. Ahí no queda otra opción que la ejecución perseverante de medidas que vayan consistentemente reduciendo las brechas macroeconómicas. En el fondo esta estrategia busca ofrecer tiempo a las actividades para que vayan modificando sus patrones de producción, minimicen los efectos en el empleo. Es cierto que requiere de mucha disciplina (y los latinos tenemos mala fama en este campo), que a su vez es la mayor amenaza de su cumplimiento, pero no existe otro camino que mitigue los riesgos de descarrilamiento o pérdida de control de un marco razonablemente predictivo y estable.
Pensar, por ejemplo, en digamos eliminar los subsidios, justo ahora cuando se reconoce la existencia de condiciones de pérdida de competitividad de una parte de la producción dedicada o promovida hacia las exportaciones, no parece ser oportuno. Incluso puede ser detonante de un daño mayor a productores dedicados al mercado interno cuyos márgenes de beneficios se han constreñido o ya no existen. Es mejor entonces enfrascarse en racionalizar el gasto público, eliminar tanto derroche y hacerlo con firmeza a la vez que con mesura.
3. ¿Qué decir de la decisión de la Comunidad Andina sobre la situación de los aranceles que decidió el Gobierno Nacional y su cuestionamiento?
Estábamos advertidos. El país sabía que la decisión caminaba en contra vía de los compromisos andinos. Más allá de la posibilidad de apelación que pueda ejercer el gobierno, el hecho cierto es que hay necesidad de desmantelarla. Es cuestión de tiempo, pero habrá que hacerlo. Es más, el impacto fiscal es tan menor al que sirvió de base para su expedición, que no se justifica su existencia, pero no por ello deja de ser un elemento perturbador pues tiene una configuración arbitraria para su aplicación.
El gobierno dispone de otros instrumentos mucho más modernos y eficientes para controlar la evasión que se sustenta en ese ya reconocido sistema de subfacturación de importaciones.
4. ¿Cómo enfrentar la posibilidad de buscar más crédito internacional con el fin de cubrir el abultado déficit fiscal. En qué condiciones podría ser ese crédito?
La ecuación que ayuda a resolver este problema parte del compromiso serio de reducir el déficit. No es la única, pero es la más importante. De hacerlo de forma clara, con objetivos precisos y definición de conceptos sobre los cuales el Estado marca una línea muy precisa de lo que acepta como parte de sus responsabilidades y todo aquello que lo deshecha.
Los mercados internacionales, los multilaterales, los gobiernos, los proveedores reconocen a los países que demuestran afán de enmienda. Pero igual le dan la espalda a los que se manejan con mensajes equívocos. El Ecuador hasta ahora no ha hecho un planteamiento integral de enfrentamiento para la solución de la brecha externa y fiscal. No parece que quiera hacerlo o, por lo menos que se sienta con los suficientes elementos de juicio como para defender las características y consistencia de su propuesta.
Los informes sobre le viaje de la ministra de Finanzas a Washington traen poco condumio. No hay nada nuevo y sin ese apoyo poco podrá conseguirse.
5. ¿Qué expectativas hay sobre el tema del techo de la deuda después de los informes de la Contraloría que muestran que se ha rebasado en 40% del Producto Interno Bruto?
Esta es una realidad. La deuda hace rato rompió ese límite. Ahora toca encontrar una forma de manejarla con responsabilidad, sin llevar el tema hacia una politización sino buscando mecanismos que aseguren el buen uso de ese tipo de recursos que además definan un período para la consecución de su reducción y mejor estructuración de costos y plazos.