¿Por qué las sociedades eligen gobernantes que las conducen al despeñadero? ¿Por qué los venezolanos votaron por Chávez en 1998, los griegos por Alexis Tsipras y, quizás, pronto los españoles repitan esa forma de suicidio cívico dándole mayoría a Pablo Iglesias, neocomunista simpatizante chavista, como dijo Diosdado Cabello, presidente del Congreso y poder venezolano tras el trono de Nicolás Maduro, ese experto en comunicación con los pájaros y los muertos?La clave está en el frágil diseño de las democracias liberales, cuya forma de gobierno, basada en las libertades políticas y económicas, exige principios:
1. Todas las personas, especialmente quienes participan del poder, deben colocarse bajo la ley; no puede haber impunidad para los violadores de las normas.
2. Transparencia total en los actos de gobierno y rendición de cuentas obligatorias.
3. La Constitución está para proteger los derechos de los individuos, especialmente de la voluntad de las mayorías.
4. El Estado posee el monopolio de la violencia por delegación de la sociedad, que regulará y vigilará este uso mediante quienes administran la justicia.
5. La justicia (y la solución de los conflictos) debe ser independiente, eficiente, rápida y ajustada a Derecho.
6. Los funcionarios públicos no están para mandar, sino para servir a quienes les pagan sus salarios por medio de los impuestos.
7. El método de cooptación y reclutamiento en la esfera pública es la meritocracia. Sin arbitrariedad partidista ni clientelismo.
8. Las personas deben percibir una posibilidad razonable de “buscar la felicidad” siempre y cuando actúen dentro de las reglas.
9. Es vital que los individuos perciban que si estudian, trabajan y cumplen las reglas sus formas de vida mejorarán paulatinamente.
10. Una democracia no puede ignorar a los ciudadanos que padecen serias desventajas. La cohesión social aumenta con solidaridad.
Si estos principios empiezan a ignorarse y esto coincide con una crisis económica severa, la democracia liberal se devalúa y proliferarán los “indignados” y los antisistema.
Es cuando, muchas veces desesperados, los electores corean “¡que se vayan todos!” o entregan a ciertos mandamases la facultad de decidir por ellos, como numerosos cubanos al gritar en los sesenta “si Fidel es comunista, que me pongan en la lista”.
Otra pregunta inevitable es por qué no enterrar las democracias liberales que no han dado frutos. Muy sencillo: porque cuando se cumplen los principios, esas sociedades se desarrollan y funcionan envidiablemente. Como sucede en los 20 países más prósperos y felices del planeta. Se trata de la corrección del sistema, no de demolerlo.
También sabemos que los antisistema -comunistas, fascistas, neopopulistas, dictaduras militares derechista– suelen agravar los problemas que supuestamente solucionarán. Venezuela es un ejemplo de lo que sucede cuando se abre la puerta a esta fauna destructiva. España será otro brutal fracaso si el señor Iglesias llega a la casa de Gobierno. Será la hora de los monstruos.