Colombia: dos mundos

Es necesario tomar prestado el título de la obra de Osvaldo Hurtado, ‘Dos mundos superpuestos’, para comprender a la nación colombiana luego de la primera vuelta electoral y cuando se apresta a una segunda y definitiva.

El primer mundo de Colombia es el económico, financiero, industrial, gran receptor de inversiones extranjeras; cauto, pero firme en política exterior donde el pragmatismo que caracteriza a su pueblo es reflejado en la precisión diplomática. Luego de la Guerra Fría, priorizó los intereses nacionales sobre posturas políticas o ideológicas de relativas o confusas concreciones.El otro mundo que cohabita la misma geografía es diferente, doloroso y desconcertante.

La historia política del vecino país está impregnada de una violencia crónica y atávica. Desde los tiempos de Simón Bolívar y Francisco de Paula Santander, pasando por periodos de luchas civiles que dieron a luz a ‘Cien años de soledad’, al Bogotazo y a los asesinatos de muchos, entre los que no se puede olvidar del que fue víctima Jorge Eliécer Gaitán.

En tiempos recientes el terrorismo, el secuestro y la desaparición marcan una estela donde no se disipa el rencor ni la venganza; además, cómo explicar que en el país boyante del otro lado de la moneda perdure la guerrilla más antigua del mundo.En el proceso del domingo pasado, se desconoce si hubo violencia, pero las paradojas soltaron sus amarras al retratar o comprobar que un país tan desarrollado en muchos aspectos, carezca de partidos organizados y, por el contrario, predominen como estatuas prehistóricas líderes exclusivos, contrapuestos y celosos, que desconocen la concertación y el acuerdo; además, que se dan el lujo histórico de competir por un minoritario voto optativo que ignora lo que piensa la gran mayoría sobre la paz y la guerra.

En estas circunstancias es necesario demandar algunas respuestas: ¿Quieren una confrontación hasta una rendición incondicional de la guerrilla? ¿Prefieren un statu quo, que establezca una zona de guerra delimitada y una relativa paz urbana? ¿Temen acaso un proceso de desmovilización y que la inserción de los irregulares en la política formal afecte el equilibrio que implica la tradicional presencia de líderes y familias afincados, por herencia, en la administración del poder?Da la impresión de que los guerrilleros que no participaron como electores, así como los ciudadanos que se niegan a sufragar, coinciden en rechazar un final apresurado de la tragedia.

Si Óscar Iván Zuluaga se alza con la victoria, los clarines uribistas sonarán hasta el cansancio; si el triunfo corresponde a Juan Manuel Santos, su proceso por la negociación saldrá debilitado y es posible que retome el duro mensaje de las urnas y la abstención; entonces, enderezará su posición y se prolongará el final definitivo. Por eso, cada vez se entiende mejor lo que Bolívar dijo cuando reconoció que había fracasado en su propósito agrícola en el mar.

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