La frontera norte produce dolor, angustia, pero también significa un despertar para conocer una realidad- vecina desde hace siglos- pero que en este año actualizó signos alarmantes para una interpretación realista. Colombia es una comunidad herida por una guerra interna de larga data y diferentes periodos, que finalmente parecía haber encontrado una ruta hacia la paz con el acuerdo con las FARC, de amplia acogida en la escena mundial, pero que escondía enconados enfrentamientos entre los negociadores y los señores de la guerra. Desde la frontera la observación ha sido a distancia hasta que víctimas ecuatorianas ofrendaron su vida por la filtración, encubrimiento o coparticipación en uno de los mejores negocios del planeta. Entonces, trompetas apocalípticas despertaron a un país extraño por falta de intuición en su pueblo e inteligencia estratégica de sus mandos.
Colombia, antes de conocer la cara semioculta de esa confrontación permanente, significaba éxito empresarial, estabilidad constitucional, desarrollo cultural y una excelente academia; sin embargo, su historia está jalonada de hechos violentos, algunos de gran significación continental como el bogotazo de 1948, por el crimen contra el líder Jorge Eliécer Gaitán. Pero, luego de múltiples batallas, se alcanzó un acuerdo de paz entre el Estado y las FARC.
Por eso, los observadores desde Ecuador fueron sorprendidos cuando lo que pareció un éxito mundial, hoy muestra graves síntomas de fragilidad por la polarizada confrontación electoral que deber ser resuelta en la primera y segunda vuelta el 27 de mayo y el 17 de junio entre Iván Duque, representante del uribismo y Gustavo Petro, de una coalición socialista populista. No puede pasar desapercibido que existe una gran polarización sobre la vigencia o desahucio del acuerdo de paz que alcanzó el gobierno Juan Manuel Santos.
Cualquiera que fuese el resultado, para el Ecuador se acabó el tiempo de observar el partido desde las gradas y debe entrar a una cancha muy difícil. El desafío político y de defensa está en la frontera norte frente a Nariño.
El Ministro de Defensa, Oswaldo Jarrín, viene desde la academia militar, con una experiencia política acreedora de prestigio y respeto, debido a las exigencias de la hora actual, concentrará la conducción del mando político militar desde su cartera. El resto de sus compañeros de gabinete deben estudiar los reajustes y maquillajes fiscales y, a los que correspondan, prepararse para el trampolín para niños latinos : la competencia por la Presidencia de la Asamblea General de la ONU.
El poder del tráfico la droga es inconmensurable, pero no es comparable con la voluntad y decisión de un pueblo que lucha por una paz auténtica, no compartida ni negociada. En este sentido hay que reconocer al presidente Moreno: ya no somos puerto libre.