Colombia está en una situación de catarsis colectiva tras el alto el fuego acordado en La Habana entre el gobierno y las FARC. Esta semana dos frentes guerrilleros se declararon en rebeldía. Los llamaron a acatar la orden de la dirigencia nacional de las FARC.
Es probable que este tipo de acciones se prolonguen en algunas de las zonas controladas por los insurgentes. Tal vez más, en aquellos sitios donde los núcleos aislados han adquirido una vida propia y muy ligada a actividades de narcotráfico.
Mientras el proceso de la firma definitiva se perfecciona el debate de la sociedad se agitará conforme se acerque la fecha del plebiscito. Por ahora la Iglesia da un espaldarazo al presidente Juan Manuel Santos.
Su más ferviente opositor fue su mentor político, el ex presidente Uribe que encabezó, con el brazo ejecutor de Santos como su ministro de Defensa, una lucha militar que debilitó a las FARC hasta dejarlas exhaustas y facilitó la negociación posterior.
Pero eso ya es historia. Se prepara el proceso y luego el voto. César Caballero de la consultora Cifras & Conceptos dijo en la revista Semana que el 74% de los consultados votaría por la paz de un total de 65% que acudirían a las urnas. Se trata de ocho millones de personas en pro del proceso.
Como el mismo analista señala y otros comentaristas opinan las mayores dificultades vendrán en la entrega de armas, la impunidad a los guerrilleros que hayan cometido crímenes horrendos – que casi nadie quiere – y la inserción en la vida política.
Es probable que muchos se integren a otros grupos guerrilleros dispersos o a bandas criminales puesto que algunos no saben transitar sino el camino de la violencia.
Por ahora Rafael Pardo, el Alto Consejero del Posconflicto, cree que debe haber mano firme con unas Fuerzas Armadas intactas contra los grupos de las FARC que no se plieguen a la paz.
El camino de la paz, siempre más complejo que el de la guerra, todavía está empedrado.