Colegas y competencia

Tenemos una nueva colega. La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff nos hace la competencia con una columna semanal en por lo menos 170 periódicos brasileños.

Está bien que los presidentes hagan conferencias de prensa y respondan a las preguntas de los periodistas, que son las que resumen las inquietudes de la gente.

Cada vez que a algún presidente le sobra tiempo y lo dedica al periodismo, vuelve al tapete lo que para algunos parece cosa juzgada pero que no es tan así: se trata de “la libertad de expresión” de los presidentes en particular, y de los hombres públicos en general.

Por supuesto que cuánto más autoritarios y menos respetuosos son de la libertad de expresión los presidentes, más reclaman el uso del derecho, ellos que usan y abusan de todo lo que tienen a mano. Pero lo que importa es que una gran mayoría de presidentes democráticos siente que goza esa libertad al igual que cualquier ciudadano y no se le cuestiona.

Y en realidad no es tan así. A los funcionarios públicos, a los que los ciudadanos han delegado transitoriamente su poder, se les han cedido facultades especiales, privilegios y poderes mayores que los que gozan el resto de los ciudadanos, pero al mismo tiempo se le imponen limitaciones. Pueden hacer más cosas que el resto de sus conciudadanos, pero con restricciones. Aquello de que todo lo que no está prohibido está permitido es así para los ciudadanos comunes, pero no para muchos funcionarios. Los militares en la gran mayoría de los países no pueden hacer declaraciones e incluso actuar en política; ¿la libertad de expresión no rige para ellos? Pero también esa libertad está restringida para jueces, quienes no se pueden referir a temas que luego puedan ser dilucidado en los estrados, o a asuntos políticos. Los directores de empresas estatales tienen vedado no solo hacer declaraciones sino tener actividades políticas y de otro tipo, incluso por períodos que van mas allá del término de su cargo.

Un presidente no puede decir que tiene los mismos derechos (¿y privilegios?) que un ciudadano común. Hay algunos que lo dicen, incluso insultan, rodeados de custodios que lo protegen, dan órdenes a los jueces, se hacen los malos y se abren la camisa. ¿Puede hacer todo eso un ciudadano común? ¿Tienen fueros los ciudadanos comunes o los periodistas, como lo tienen los senadores, diputados o los presidentes?

Es de sentido común: los presidentes no pueden decir lo que quieran. Yo puedo escribir que “según los analistas Lula estuvo ‘pícaro’ y le dejó temas calientes a Dilma: juzgar a los militares y una eventual devaluación” y no pasa nada. Ahora, si algo así lo escribe la Presidenta en su columna, les puedo asegurar que Brasil pasa a ser noticia y a Dilma se le complica la vida y deja de ser periodista.

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