Es común que muchos museos nazcan al amparo de una universidad, que se nutran a través de un benefactor y se conviertan en laboratorios de estudio de las mismas. Así nace, por ejemplo, el Museo Jacinto Jijón y Caamaño de la Universidad Católica de Quito. En otros, en cambio, la colección arranca desde la decisión política interna de incorporar a sus espacios obra moderna y contemporánea que dé carácter y principios estéticos a sus pabellones y/o nutra un ideario político; así, la Universidad Central de Caracas o la UNAM de México. En la Universidad Andina de Quito –cuyas colecciones han sido expuestas por vez primera- las obras fueron o son encomendadas, receptadas en donación, bajo los lineamientos de una agenda política determinada: destacar la acción de Bolívar, que los estudiantes recuerden su lugar de proveniencia, comprar obra de ocasión o ayudar a una estudiante para un viaje o una exposición en preparación. Estas las motivaciones diversas de su rector, Enrique Ayala. En consecuencia, advierte, la muestra es forzosamente desigual e incompleta. A mi criterio, no es tan desigual ya que al parecer se ha realizado lo que llamamos en arte, el “efecto (Universidad) Andina”. Trabajos que se ajustan al gusto y requerimientos de una institución o un coleccionista en particular.
Creo que es muy destacable que una universidad asuma el papel de patrocinador de las artes; estoy convencida de que el paso que ha dado la Andina con la creación de la especialización de historia del arte y la formación de cuadros que este país necesita a gritos, es aún más destacable. Empero, tengo la impresión de que al formar especialistas, las nuevas adquisiciones y exhibiciones que la misma universidad realice a futuro, con el concurso de estos, podrían ir incorporando nuevas formas de representatividad más allá de lo anecdótico y el folclore, formas y policromías “americanas”, o discursividades heroicas. El camino está abierto y podría la colección -investigada y trabajada a la luz de curadores especializados- convertirse en un laboratorio de acciones reveladoras de los criterios de nuevas generaciones que advierten los significados y significantes de estas obras de diversas maneras.
La colección está integrada por nombres de peso y otros amateurs, la mayoría de obra de entre los ochenta y la década del 2010. Para ir completando las acciones realizadas se podría instaurar un fondo que permita de manera señalada ‘completar’ la muestra adquiriendo obras donde los autores fueron revolucionarios y dieron un vuelco a la visualidad imperante si se decide convertir a esta colección en un reducto destacado de la Modernidad en Ecuador, por mencionar un camino a tomar. Así, la merecida celebración de sus 20 años de existencia como universidad tendría un futuro promisorio para la historia del arte.