Los sabores unen, son parte de la hospitalidad y un abrigo con aroma a familia. Ecuador, sin duda, es el espacio donde las recetas tradicionales pueden sosegar los males. La colada morada es uno de los manjares nacionales con esta cualidad.
Los platillos no llegan solos. Una ruta por los mercados, por ejemplo, complementa la experiencia gastronómica con un cumplido, una palabra alentadora y hasta un título asignado en segundos.
La bebida, además, junta a las familias para replicar una fórmula de varias generaciones y, claro, darle un toque contemporáneo con guaguas de pan con formas y colores diversos.
La colada morada tiene raíces ancestrales. Uno de los ingredientes primigenios era la sangre de llama, como un símbolo y ofrenda para los difuntos.
La preparación se deriva de la ceremonia Quitu Cara, Aya Marcay Quilla, que significa mes de cargar a los muertos. Esta deriva de la elaboración de la chicha morada y ha ido complementándose y variando.
En este 2024, las cargas son otras. Pero, a la par, hay una identidad que se resiste a claudicar, al igual que la meta de la reactivación en medio de la crisis energética.
En los claustros de Quito, ese sabor se combina con la misión de las religiosas de pedir por mejores tiempos para los ecuatorianos, como ya lo han hecho en otras crisis, como el terremoto de 2016 y la pandemia por el covid-19. En el Centro Histórico hay media docena de estos espacios.