Se necesita un nuevo Código del Trabajo. El actual, expedido en 1938, ha sufrido múltiples reformas, pero no se ha emprendido seriamente la compleja pero necesaria tarea de expedir un nuevo Código, que interprete las actuales complejidades de la economía y de la sociedad, dejando de lado ideologías y regulaciones que, por anticuadas, no corresponden a este tiempo, y que se han convertido en óbice para la creación de empleo. Para ello, es necesario debatir sus instituciones, discutir ampliamente las propuestas, modernizar sus reglas, incorporar nuevas modalidades de prestación y eliminar las cargas de prejuicios, improvisaciones y confusiones que se introdujeron especialmente en los últimos años.
Expedir un Código Laboral plantea, al menos, cinco retos.
1.- El reto de la flexibilización.- Si para restaurar la economía, arruinada por el estatismo, el populismo y la demagogia, se requiere inversión privada, estabilidad tributaria y confianza. En materia laboral, se necesita, primero, flexibilizar el régimen de contratos. En un mundo de relaciones dinámicas, en que prospera la migración, resulta incomprensible que se haya eliminado el contrato a plazo fijo, y que los de naturaleza precaria (eventuales, ocasionales) se “sancionen” con el pago de salarios con el 35% de recargo; que se dificulte hasta la exageración la aplicación del contrato a jornada parcial; que se compliquen las prestaciones a tarea o a destajo; y que se legislen y regulen las relaciones obrero patronales bajo el erróneo supuesto de que el mundo es una oficina o una fábrica, y que actividades como la agricultura y la ganadería deban sujetarse a horarios, turnos, recargos y limitaciones. El problema es que ni las vacas, ni las plantas paran, ni se van de vacaciones. El mundo vivo, la naturaleza, no puede desconectarse como las máquinas, ni suspender caprichosamente sus procesos. Se necesitan reglas laborales que entiendan las complejidades de esos sectores económicos, con justicia, pero con sentido común.
2.- El reto de la modernización.- Esto implica asumir que las relaciones laborales, inevitablemente, están penetradas por la tecnología, que el trabajo se puede ejecutar distancia, que a los centros de trabajo ya no es preciso concurrir, que el concepto de oficina, taller o fábrica ha cambiado y seguirá cambiando en forma rápida. Este mundo complejo y dinámico debe expresarse en la ley laboral con propiedad y dejando de lado viejos conceptos, horarios, turnos y más.
Si bien se han hecho algunos intentos para regular este tipo de prestaciones, como el acuerdo ministerial sobre el “teletrabajo”, los intentos están resultado fallidos y no se ha generalizado su aplicación, por la dificultad de las normas, por la incertidumbre que genera el hecho de que dependa del Ministerio su vigencia, reforma y aplicación. Estos asuntos y otros semejantes deberían constar en un capítulo específico de la Ley laboral, con normas transparentes y sencillas, sin la desconfianza que satura la actual normativa sobre el tema.
3.- El reto de interpretar la realidad económica y social.-Los temas anteriores tienen que ver con la necesidad de que los gobernantes, legisladores, empresarios y trabajadores, asuman la realidad y trabajen sobre ella. La actual legislación laboral soslaya sistemáticamente los hechos. La sociedad y la economía han cambiado radicalmente en los últimos años. Vivimos en otro país, globalizado, quiérase o no, donde rigen otras pautas y valores y distintas necesidades. El reto de la legislación laboral es interpretar esos hechos y regularlos, no para prohibir comportamientos, ni dificultar el desarrollo de iniciativas y la generación de empleo, sino para impulsarlas, dotando a sus prácticas de equidad. El problema es que la legislación, con todos los parches que se han hecho, se quedó anclada en los años cincuenta, con visiones de la industria y del comercio de esos años, sin asumir una clave que permite entender nuestra época, esto es, la “dinámica” que es transversal a todas las actividades. ¿Responde a esa dinámica la ley laboral, es un acelerador o un freno?
4.- El reto de superar los prejuicios.- Las reglas laborales están cargadas de prejuicios contra el empresario, de desconfianza hacia quienes generan trabajo y pagan salarios. Estos prejuicios, muy arraigados ciertamente, provienen de viejas cargas ideológicas y de la antipatía a la libre empresa, de la sospecha de que quienes emprenden, esconden tácticas para perjudicar a los trabajadores y eludir el pago de impuestos. Mientras tales estereotipos no se superen, las normas laborales serán un óbice para trabajar. Para superarlas, hace falta mirar con objetividad las cifras de empleo productivo, pago de tributos, aportaciones a la seguridad social y participación en las utilidades. Hace falta comparar la productividad de la empresa privada frente a la carga burocrática que del Estado. Hace falta explorar las razones de la informalidad.
5.- El reto del empleo.- El Ecuador tiene un gran reto: la generación de empleo. Esa debería ser la meta que se proponga un nuevo Código del Trabajo, que debería servir como herramienta para que la gente encuentre trabajo, se sienta útil y se sepa integrada a un sistema.
Lo grave de los socialismos es que generan dependencia del Estado y burocracia poderosa. Una forma de asegurar el constante ejercicio de la libertad es eliminando la “empleo manía pública”, y para que eso ocurra, hay que crear oportunidades, afianzar la capacidad de elección, y eso solamente se hace promoviendo sistemáticamente las empresas mínimas, medianas o grandes, apuntalando tanto a la tienda y a la panadería, como a la gran corporación. Un régimen laboral moderno con reglas claras sirve a todos.
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