Hoy, EE.UU. atraviesa por una encrucijada moral y cultural similar a la que vivió durante su Guerra Civil, a mediados del siglo XIX.
¿Por qué?
El conflicto de aquel entonces se originó por visiones irreconciliables en torno al esclavismo, un tema que estaba en el corazón del debate moral de ese tiempo. Por un lado, era evidente la atrocidad que significaba avasallar a otro ser humano pero, por otro, muchos veían a este mecanismo de exacción como indispensable para que la economía funcionara bien…
Así que no fue necesario militar en uno u otro bando; la hondura del conflicto fue tan grande que terminó envolviendo a la sociedad entera.
Hoy, EE.UU. está inmerso en una nueva guerra cuyos orígenes también son morales: un sector pequeño pero muy violento del Islam ha emprendido en contra de los valores de libertad y tolerancia que son esenciales en la cultura occidental y que el país norteamericano los encarna, tal vez, más visiblemente.
Al igual que en el siglo XIX, no hace falta estar de un lado o de otro. Lo que está en juego tiene ramificaciones tan profundas que nadie –o muy pocos– quedarán moralmente indemnes. Es el caso de la persona que acaba de matar a decenas en un bar gay de Orlando.
Aparentemente, el asesino no tenía conexiones con el Estado Islámico; al parecer se radicalizó por decisión propia.
Casi el 2% de la población estadounidense murió durante la Guerra Civil. Miles han muerto y seguirán muriendo en este nuevo conflicto religioso y moral. Lo importante será que –al igual que entre 1861 y 1865– las instituciones democráticas y republicanas de EE.UU. sigan funcionando sin interferencia. El candidato Trump es, por ejemplo, una seria amenaza a esa continuidad tan necesaria.
Lo que sí es seguro es que la cultura y los valores del mundo volverán a reacomodarse tras esta nueva guerra, como ocurrió en el siglo XIX.
Después de aquel conflicto, una nueva noción se construyó en la sociedad norteamericana que, a la postre, resultó clave para Occidente: que las ideas tienen límites; que son, más bien, instrumentos para contrastar visiones; que las ideas no pueden ser inmutables y que es un error convertirlas en ideologías o religiones porque esos sistemas cerrados solo provocan violencia y muerte.
Esa noción surgió de un grupo de tres filósofos que sufrieron los horrores de la Guerra Civil: Oliver Wendell Holmes, Jr., William James –hermano del escritor Henry James– y Charles Peirce. Se autodenominaron el “Club Metafísico” para burlarse de las pretensiones teológicas de las filosofías de su época que, por lo demás, fueron inútiles para evitar la guerra. Un nuevo “Club Metafísico” surgirá cuando termine este conflicto instigado por radicales.
Tal vez estemos aquí para verlo y formar parte de él.