Es una ironía del destino que una sencilla iniciativa ciudadana, formada por colectivos preocupados por las finanzas públicas tras el terremoto, haya dado una lección sobre teoría del Estado al Gobierno de los “académicos”.
Desde hace más de 30 años que ni siquiera teóricos marxistas contemporáneos hablan de la total autonomía del Estado, peor aún del arrinconamiento de la sociedad civil. Tal vez uno de los más preclaros marxistas, Fred Block, escribía ya en 1986 que el punto central de toda teoría moderna del Estado es entender que “el estado y la sociedad son interdependientes e interpenetrables en una multitud de formas”.
Solo un poco más abajo escribía que “ni siquiera cuando el estado ha construido una fuerte burocracia significa necesariamente que esta produzca un servicio estatal efectivo”.
Cito a un teórico marxista solo para demostrar cuán distante está el Gobierno de los “académicos” de cualquier discusión contemporánea sobre la evolución del estado en una democracia moderna –ya sea liberal o socialdemócrata-.
Ampliando el debate sobre el Estado en el mundo contemporáneo, este no puede aspirar sino a ser un estado inteligente, como decía Alejandro Foxley ya a mediados de los 90; es decir, hace ya dos décadas. Un estado, como también lo concibe el danés Georg Sørensen (si algo sabrán los daneses en la cima del ranking social), donde el logro de derechos y la creación de riqueza se vuelve un trabajo colectivo, no solo de los detentadores del poder.
Sørensen sintetiza increíblemente bien la sabiduría popular que encarnan los grupos ciudadanos de “Clausura el Despilfarro”. Todos buscan un estado fuerte, regulador pero también inteligente y razonable –desde los empresarios hasta el más humilde ciudadano-.
El mejor de los estados es aquel en el cual los ciudadanos demandan cuentas por cada centavo que se gasta de su dinero, y porque este sea bien invertido y para sean conscientes del dinero que no es suyo.
Sobra decir que nada pasa en el caso ecuatoriano. #Clausuraeldespilfarro puso en evidencia la larga lista de las transgresiones al sentido común que se han cometido bajo el pretexto inicial de “recuperar el estado”. Eso sin contar con las escasas lecturas y reflexiones informaron la multitud de agencias e instancias que innecesariamente crearon y, lo peor, cómo han drenado y siguen drenando imprescindibles recursos para ayudar a los que más lo necesitan.
Finalmente, no les haría mal entender que todos somos parte del Estado y, por ende, legítimos creadores de bienes públicos, empezando por Karla Morales y su equipo de voluntarios hasta la Cruz Roja o Solca.
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