El Domingo 21 de octubre, mi buen amigo Oscar Vela Descalzo publicó un artículo en estas páginas bajo el título “No tenemos remedio”. Con mucho respeto y afecto por este valioso pensador y brillante escritor, que va perfilándose como uno de los grandes novelistas latinoamericanos de su generación, hago conocer mi profunda discrepancia con él. Absurdo sería negar todos los males que aquejan a nuestra sociedad, enumerados con claridad en su artículo. Pero ante todos esos males, ¡claro que tenemos remedio!
El primero es inducir a la reflexión, que incluso él, y yo, y muchos otros colegas columnistas y comentaristas buscamos inducir en la ciudadanía, sobre el rol que a cada quien nos toca en la generación de cambios, como miembros responsables de una sociedad civil vigorosa. Esas invitaciones no caen en oídos sordos: creo, al contrario, que ante los tremendos despropósitos que aún se dan a diario, nuestra sociedad civil se va vigorizando, asumiendo la responsabilidad de no solo comentar, escandalizada, sino de actuar. Solo un ejemplo: se está viendo una activa reacción social, creo que nunca antes vista, al acoso de mujeres en el transporte público.
El segundo remedio es seguir en el esfuerzo, en el que algunos venimos bregando desde hace décadas, por introducir los principios de la educación liberal, formadora de gente pensante, independiente, abierta a ideas contrarias, con alto sentido de agencia (“yo soy agente de mi propio destino”), respetuosa de los demás, en nuestro sistema educativo.
El tercero, que fluye de los primeros dos, es reducir la obsesión, que nos aqueja históricamente, con buscar soluciones a nuestros problemas sociales a través de decisiones políticas –de cambios constitucionales, leyes, reglamentos- y no de la decisión de cada ciudadano de cambiar sus propios patrones, con frecuencia autoritarios y abusivos, de pensamiento y comportamiento.
Ninguno de ellos es un remedio fácil. Demandan, convicción y perseverancia. Pero no veo motivo lógico para afirmar que estos posibles remedios no existan, o, como dice Oscar Vela, que “no los tengamos”. Y si se acepta que existen, que “los tenemos”, aunque sea en potencia, tampoco veo motivo lógico para afirmar que no vamos a aplicarlos.
Es posible, por supuesto, que escojamos no aplicarlos. Es conocido, en muchas circunstancias, el comportamiento auto-destructivo de quien, teniendo a la mano cómo resolver un problema, no hace lo que tendría que hacer para resolverlo. Pero no veo motivo para pensar que esto es lo que ocurrirá en nuestra sociedad. Al contrario, veo muchos motivos –el mayor de ellos la entusiasta respuesta de mis estudiantes a las ideas liberales que comparto con ellos en al aula – para pensar que existen sólidos motivos de esperanza.
Repito: ¡Claro que tenemos remedio!
jzalles@elcomercio.org