El hambre no tiene ideología ni se come cuentos de los dirigentes políticos ni de las familias de los dictadores, que sí viven de una manera diferente, con poder, dinero y sembrando odio, división y confrontación. El discurso revolucionario de la igualdad, uniformados todos en la pobreza y miseria, ya no funciona y por ello la gente despierta y sale despavorida a reclamar sus derechos, especialmente comida y libertad, que fueran conculcados por el poder omnímodo.
A las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua no les queda otra cosa que reprimir a sus pueblos aunque con ello no van a calmar ni el hambre ni el clamor por las libertades. La única justificación de su fracaso e ineficacia es acusar siempre al bloqueo del imperio (EE.UU.). Hoy persiguen y apresan a los nietos de quienes fueron adoctrinados con un solo pensamiento y se subyugaron a la revolución. Ellos buscan otro mundo, otro destino, libertad económica y política, la prosperidad que no tienen. Los engaños de esos regímenes no pueden pervivir por siempre y por ello las voces aumentan, se extienden y no podrán ser silenciadas pese a los abusos y la fuerza bruta del poder.
El hambre es una advertencia y una amenaza no solo para los gobiernos que se dicen revolucionarios sino para el resto en donde las brechas de desigualdad e inequidades son enormes y las soluciones demoran. Chile y Colombia han vivido hasta hace poco en extrema violencia y las salidas no están solo en hacer una nueva Constitución ni derogar medidas tributarias. Son problemas estructurales de fondo.
En Ecuador, si bien existe un Gobierno democrático, respetuoso de las libertades, que cumple con éxito la inmunización de la población con el plan de vacunación, vital para la reactivación productiva, no puede demorar las reformas que son necesarias. Por un lado la atención social a los grupos más vulnerables, el impulso real al sector agropecuario, con políticas claras. Se requieren urgentes medidas, no solo para apagar incendios y demandas de diversos sectores, hoy el arrocero, sino establecer políticas del mediano y largo plazo. El futuro productivo está allí.
Por otro lado, convocar pronto a una consulta popular para desarmar por lo menos parte del andamiaje del autoritarismo correísta, que tanto daño hizo y que sigue latente. La desaparición del Consejo de Participación Ciudadana, la reducción del número de miembros de una Asamblea impopular e ineficiente, la existencia de dos Cámaras Legislativas y el fortalecimiento de la Fiscalía General para combatir con mayor fuerza la corrupción. El tiempo pasa y las amenazas están latentes; hay sectores que viven agazapados a la espera que se genere el caos y pescar a río revuelto como sucede con el correísmo y una parte de la dirigencia indígena. Los pretextos no faltan como el tema de los combustibles.