La resiliencia se define como la capacidad de las personas, comunidades, instituciones, empresas y sistemas de una ciudad, para sobrevivir, adaptarse y crecer, independientemente de las tensiones crónicas e impactos agudos que puedan experimentar. La devastación de las ciudades del Litoral demuestra que ellas no han sido resilientes.
La resiliencia va más allá de la reconstrucción y el manejo de la emergencia porque tiene un contenido de prevención y de manejo integral. Esta desgracia debe ser una oportunidad de cambios para evolucionar y transformar las ciudades devastadas, planificando con enfoque integral e intersectorial para que las urbes tengan beneficios sociales, económicos, ambientales, de infraestructura, con especial preferencia a la población pobre y vulnerable.
La resiliencia implica acciones de trasformación para mejorar las ciudades, tanto en el corto como en el mediano plazo y un fortalecimiento profundo para garantizar que las ciudades sean seguras, regulando los sistemas de construcción y controlando severamente su aplicación. Una ciudad resiliente es la que prevé, por todos los medios, que por un fenómeno natural la gente no pierda sus hogares y lo poco que tienen. Al principio tiene un costo alto pero vale pena para maximizar el beneficio en el largo horizonte temporal que viven las ciudades. Para todo esto, el Gobierno central debe trabajar de consuno con las municipalidades y la participación de los propios afectados, en forma coordinada y armónica.
De la desgracia hay que sobreponerse con coraje y eficiencia, para que la reconstrucción dinamice la economía y dé trabajo a gente perjudicada por el sismo. Por ejemplo, emprendiendo desde ya en la construcción de hoteles sismo resistentes con inversión nacional o extranjera y la ayuda de créditos internacionales.
Todos debemos demostrar efectivamente un espíritu de sacrificio para sacar al país adelante, con cualquier gobierno, porque la recuperación no tiene color político. Los que poseen riqueza y excedentes económicos tienen la oportunidad de mostrar su generosidad para con la gente que también ha contribuido con su trabajo a la acumulación de bienes y dinero.
Quien ha ganado su fortuna con su trabajo en el sector pesquero hará seguramente lo necesario para exportar cada vez más a fin de mantener la actividad económica del Litoral ecuatoriano.
Inmediatamente, debemos plantear la renegociación de los préstamos chinos y pedir a los bancos multilaterales que abran sus carteras de forma emergente para incidir en la recuperación del Ecuador, con créditos blandos y de largo plazo.
Y el Gobierno debe responder al clamor nacional para aplicar una austeridad absoluta, reduciendo la burocracia excesiva, eliminando los gastos inútiles de imagen electoralista, los viajes no productivos para el país y los latisueldos del personal civil y militar.