Acaba de finalizar en Bogotá la Cumbre de Ciudades y Cambio Climático, que congregó a reconocidos expertos y a medio centenar de autoridades locales del orden nacional e internacional. Una reunión, que volvió a poner sobre el tapete el enorme reto que tienen los centros urbanos para hacerle frente a un fenómeno ya sin retorno.
La descarnada radiografía del Gobierno Nacional sobre el impacto que tuvieron las pasadas olas invernales -11,2 billones de pesos en costos, 3,9 millones de afectados, casi medio millar de muertos y 43 desaparecidos- refleja la urgente necesidad de replantear el modelo de desarrollo concebido hasta el momento y una apuesta más decidida por la protección del medio ambiente.
Tristemente, una de las conclusiones fue el poco avance que presentan las naciones desarrolladas en su compromiso de reducir la emisión de gases de efecto invernadero. Por el contrario, más de 30 000 millones de toneladas de CO2 se lanzaron a la atmósfera en el 2011, la cifra más alta de la historia. Las consecuencias sobre la vida saltan a la vista: 300 000 personas mueren cada año por el cambio climático.
Lo más preocupante es que cuando llegaba a su fin la cumbre de Bogotá, la ONU reveló que resulta casi imposible cumplir con la meta de mantener la emisión de gases en promedios que permitan evitar que la temperatura del planeta suba más de dos grados centígrados de aquí al 2020. De acuerdo con los científicos, la concentración de gases que generan el calentamiento de la Tierra es hoy un 20 % mayor que en 2000.Por tal razón, la reunión resultó más que oportuna, particularmente para quienes el desafío es cada vez mayor: las ciudades. En el año 2050, el 85% de la población de América Latina habitará en ellas.
En el caso de Colombia, como decía la Viceministra de Ambiente, si bien se generan energías limpias y no se tiene el control de los gases de efecto invernadero, sí hay responsabilidad sobre millones de personas que habitan en zonas vulnerables, con sus sistemas de acueducto y alcantarillado en permanente amenaza y con problemas de salud que cuestan millones en atender enfermedades respiratorias.La pobreza sigue siendo un factor determinante en los estragos que provoca el cambio climático. Los cinturones de miseria en los extramuros de las grandes urbes; las comunidades que se ven obligadas a vivir a la orilla de los ríos; la falta de oportunidades que expulsa a miles del campo hacia los centros urbanos contribuyen a acrecentar el problema.
Es más que plausible que varias ciudades, encabezadas por Bogotá, hayan firmado el Pacto de la Ciudad de México, con el fin de intercambiar experiencias y adoptar medidas conjuntas que mitiguen las consecuencias del cambio climático.
El Tiempo, Colombia, GDA