Columnista invitado
La semana pasada, Ecuador vivió una jornada histórica que vuelve a poner en un lugar protagónico a la ciudadanía. La Asamblea Nacional aprobó las enmiendas constitucionales cuyo debate previo había generado una situación de conflicto en el país impulsada por la oposición.
Luego de meses agitados todo parece encaminarse y en definitiva, más allá de la disputa política, el mayor beneficiado es el país que sigue dando pasos en su institucionalidad. Así lo expresó el presidente Rafael Correa quien manifestó a través de su cuenta de Twitter que la decisión de la Asamblea es un triunfo del pueblo ecuatoriano: “(…) Seguiremos gobernando por el bien común, con total legitimidad democrática”, afirmó.
Sin dudas, es potestad de quien gobierna impulsar las innovaciones que considere necesarias para mejorar los destinos de una nación. También, es legítimo que los adversarios políticos puedan expresar disidencias, pero además hemos aprendido que la discusión política no puede constituirse en un obstáculo para el progreso. En definitiva, la síntesis la hará el pueblo cuando llegue el momento de votar.
En este sentido, el avance de las enmiendas en la Asamblea también es una muestra del fortalecimiento de la calidad democrática del país y de un Estado que no ha perdido la centralidad en la construcción de la agenda pública. Porque más allá de las decisiones gubernamentales o de las protestas de distintos sectores sociales, lo que no puede estar en juego es el futuro de la ciudadanía.
Vale recordar que Ecuador ha vivido tiempos políticos oscuros donde los intereses particulares primaron por sobre los del país, con presidencias truncas y gobiernos débiles y una ciudadanía desesperanzada y desconcertada. No podemos permitirnos que los fantasmas del pasado tiñan el presente y nos hagan menos visible la posibilidad de seguir avanzando.
Vale destacar que, sin bajar las banderas que han puesto a Ecuador en un lugar protagónico para América Latina y el mundo, Correa ha dejado bien en claro que las transformaciones impulsadas no estuvieron nunca motorizadas por aspiraciones personales, alentando -con responsabilidad e inteligencia- a otros representantes de Alianza País en la carrera presidencial de 2017.
Hoy los liderazgos se construyen y sostienen sobre la capacidad de escucha de la ciudadanía y sobre la base de la búsqueda de consenso y el diálogo, priorizando la resolución de los problemas de la población por sobre los intereses partidarios. Como en todo proceso democrático, la decisión final sobre la suerte de un proyecto político está en las urnas. No hay enmienda o decreto que pueda impedirlo en nuestras sociedades democráticas.
Esta es la mejor noticia para todos y aquel dirigente que no lo entienda tendrá pocas chances de aspirar a gobernar. A más ejercicio ciudadano y mejores instituciones, más democracia.
Ese es el camino que está transitando la política latinoamericana por estos días y Ecuador, lejos de ser la excepción, ha dado una nueva muestra de voluntad democrática.