La mayoría de ecuatorianos oyó hablar de Manuela Picq el 13 de agosto, cuando fue detenida en un operativo de fuerza en medio de las protestas.
El video habla solo. Manuela Picq -nos enteramos después- había celebrado un ritual ancestral con Carlos Pérez Guartambel y forman una pareja.
Carlos Pérez es el presidente de la organización indígena Ecuarunari, y como tal un actor social de primera fila durante los días pasados de marchas y manifestaciones.
A juzgar por sus palabras, Carlos Pérez es un hombre de convicciones, que se muestra como radical y sincero. Se opone a la minería a cielo abierto, tiene una visión crítica del Gobierno y su lucha le reafirma un liderazgo en las facciones duras de la Conaie.
Ahora nos enteramos que Manuela Picq es periodista, académica y profesora universitaria. Ha escrito sobre el Ecuador y comparte con Carlos Pérez Guartambel su pasión por las causas que defiende.
La detención de Manuela Picq, la cancelación de su visa, un proceso judicial que dejó sin efecto el procedimiento y el paso de la documentación a manos del Ministerio del Interior, han sido algunos de los sucesos más comentados estos días junto al estado del volcán Cotopaxi y al nivel de cada vez mayor temperatura de las manifestaciones indígenas en varias ciudades y los nuevos enfrentamientos violentos entre ciudadanos y policías.
La gente ya conoce las visiones de unos y otros y sabe que cada quien hace los balances de acuerdo a su experiencia subjetiva, a su carga ideológica y a su interpretación libre de los hechos y sus consecuencias.
Lo que es verdad indiscutible es que los sucesos de los últimos días marcan la polarización política de varios grupos que, además, se vuelcan a la calles.
Es verdad que el escenario de las calles se elige, probablemente, porque los canales regulares de las disputas legítimas y las discusiones políticas no expresan la diversidad de tesis e idas de nuestro espectro.
No cabe perder de vista que el Gobierno empezó a romper su cordón de conexión con varios sectores sociales y grupos de izquierda desde hace muchos años ya.
Recontar la salida de Gustavo Larrea del gabinete, luego la separación de Alberto Acosta, la fractura del radicalismo del MPD, -funcional en el primer año aún para sellar el proceso de destitución de los legisladores en 2007 y con actuaciones activistas violentas- , la expulsión de su influencia en la UNE, por ejemplo, marcaron episodios claves. La marcha por el agua cuando la presencia de empresas mineras grandes, la gran quiebra con Yasunidos, al decidir explotar el crudo del Parque Nacional Yasuní, alejaron hace rato -no solamente durante las últimas dos elecciones a grandes facciones de izquierda del Régimen-.
Manuela Picq cree que se rompió el celofán para las personas de fuera del país, todavía creyentes de la pureza del proyecto. Ella escarmentó en su propia piel la ficción de la ‘ciudadanía universal’ que los autores de la Constitución de Montecristi soñaron.