Cincuenta millones

El censo norteamericano arroja cincuenta millones de “hispanos”. Aparentemente, la definición de hispano viene dada por el idioma que hablan o por el patronímico familiar.

Un señor apellidado Pérez, norteamericano de cuarta generación, que no habla español, es un hispano. En cambio, mi amigo Patterson, profesor de Filosofía, un cubano negro de Miami, que habla inglés con acento muy fuerte, no es un hispano según el censo. Pero tampoco es un afroamericano. Ignoro en qué casilla Patterson hizo su cruz en la planilla. El censo americano es un disparate conceptual.

Hay también algo de “identidad estratégica” voluntariamente asumida. Dado que las autoridades se han metido a clasificar a la sociedad por el color de la piel, procedencia geográfica, apellidos y etnias, los clasificados aprenden a utilizar esa supuesta identidad cuando les conviene.

Por ejemplo, los cinco talentosos hijos de un matrimonio amigo –un varón y cuatro mujeres- nacidos en EE.UU. y afortunadamente dotados con un apellido hispano, emplearon este factor para acceder a universidades, préstamos preferentes y a la protección burocrática que beneficia a las minorías. Las mujeres, hoy casadas con norteamericanos de origen irlandés, adquirieron los apellidos de los maridos y desaparecieron del censo hispano.

Hay una contradicción esencial entre la concepción jurídica de la nación americana y el censo que realiza cada 10 años. Se supone que EE.UU. es una República legalmente igualitaria de quienes viven voluntariamente sometidos a su Constitución.

El censo, en cambio, desde la perspectiva del mainstream -esos 200 millones de norteamericanos blancos-no hispanos- clasifica caprichosa y quizás inconstitucionalmente a los 110 millones restantes (afro-americanos, hispanos de todas las razas, asiáticos y otras criaturas residuales de difícil taxonomía), sin observar que su propia definición va cambiando con el tiempo.

¿Qué categoría es ésa “blanco-no hispano” que ocupa las dos terceras partes del censo? El propio Presidente de Estados Unidos es un enigma para el dichoso censo. ¿Por qué es un afroamericano, si su madre era blanca y él vivió la mayor parte del tiempo en un medio muy exclusivo y predominantemente blanco? A los efectos de la colectividad y de su trabajo como Jefe de Estado, ¿qué interés real tiene la composición genética del presidente Obama?

Es importante censar a las sociedades, averiguar sus condiciones materiales de vida, identificar sus carencias y necesidades y tomar nota de los cambios, pero es un disparate introducir en la encuesta factores subjetivos, anclados en prejuicios que consiguen prolongar diferencias.

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