Apena ver cómo la pomposamente llamada Veeduría Internacional de la Justicia, con el mediático juez español Baltazar Garzón a la cabeza, se dedica con tanto ahínco a hacer sesudas observaciones de forma, pero hace la vista gorda sobre los temas de fondo.
Con su silencio o sus observaciones tardías sobre la selección de magistrados y funcionarios, sigue avalando un proceso dirigido desde el Gobierno y que se completará con el nuevo catálogo de delitos que incluye disposiciones que servirán para mantener contra la pared al ‘enemigo’, es decir, al periodismo independiente, al empresariado que no se adhirió a la ‘revolución’ y a quien ‘atente’ contra el poder.
Mientras Garzón habla de oficinas obsoletas y reconoce la necesidad de nuevos edificios, el Consejo de Transición pone otro granito de arena para construir la estructura de la futura justicia.
Así, el juez transitorio Juan Paredes, cuya notoriedad se debe a la celeridad con la cual leyó cientos de páginas para fallar en consonancia con los abogados y el demandante Rafael Correa contra Emilio Palacio, los directivos de El Universo y el propio medio, acaba de ganar el concurso para una de las vacantes de la Segunda Sala Penal.
Paredes es parte de los personajes indagados dentro del juicio por falsedad ideológica planteado por los demandados para establecer la autoría de la sentencia.
Pero si él ha sido premiado por su velocidad, el fiscal Antonio Gagliardo, encargado de la indagación de la identidad de “Chucky seven”, puede apuntarse para el premio a la lentitud, a juzgar por el tiempo que se toma.
La Fiscalía es proclive a evadir los temas difíciles para el Gobierno incluso cuando la Contraloría los hace públicos; la Corte Constitucional está atenta a actuar a favor de las tesis gubernamentales, como cuando permite la vigencia del Código de la Democracia, una mordaza para la prensa en tiempos de campaña electoral; el Consejo Nacional Electoral olvida su severidad cuando se trata de la publicidad del precandidato Presidente.
Mientras el sistema de justicia y control inclina la cancha de ese modo, el verdadero enemigo, cuyo combate debía haber convocado ya a todo el país en una agenda mínima de acuerdos, sigue actuando con las manos libres.
El lunes en Cuenca, el miércoles en Manta, el jueves en Guayaquil, hace dos semanas en Quito, los hechos de violencia siguen siendo parte de la cotidianidad, pese a que las cifras se volvieron opacas, como sucede también en otros países donde el socialismo del siglo XXI se empeña en manejarlas.
No se ha despolitizado la justicia, no se ha arreglado el sistema policial, el deficiente sistema carcelario seguramente tendrá más problemas con las reformas a la vista. Porque mientras se gobierne con las encuestas y haya una visión política y mediática de la justicia, mientras se quiera vigilar y castigar, no habrá una solución eficaz a la inseguridad.