De ese aglomerado de pícaros, intelectuales de segunda, diosas del Olimpo en minifalda, migrantes de todos los partidos y algunos ecos y giles de buena fe que constituyeron la Revolución Ciudadana, solo dos personajes sobresalen por su audacia, su astucia, su falta de escrúpulos, pero también por su inteligencia, su buena pinta (de antes) y su inmenso delirio de grandeza. Son Correa y María Fernanda Espinosa, antiguos compadres que se disputan hoy el estrellato internacional a cuchilladas.
No lo digo yo: con su lenguaje barriobajero, fue Correa quien dijo que la candidatura de Espinosa a la secretaría de la OEA era “una puñalada a la Revolución Ciudadana”. Pero como el Gobierno apoya la reelección de Almagro; y como la mayoría de ecuatorianos detesta a la excanciller y solo quiere que vuelva a rendir cuentas por la escandalosa entrega de nuestra ciudadanía a un espía pro–ruso; y como ella es postulada por unas sospechosas islitas del ALBA de los tiranos, cabe preguntar qué mano blande el puñal que hiere a Rafael; perdón, a la RC.
Humm, ¿Ortega, con Mangas de por medio? ¿Diosdado? ¿El que manda sobre todos ellos, Vladimir Putin, que se divertiría monitoreando desde Moscú al antiguo Ministerio de Colonias de EE.UU., como llamaba Fidel Castro a la OEA? ¿O es la opción elegida desde México a Buenos Aires para quitarse de encima a Almagro y, sin dar la cara, han puesto manos a la obra? Porque una campaña para la OEA necesita financiamiento, equipo, intercambio de votos y favores, jet privado a las órdenes, todo eso que le pagamos a Espinosa para su campaña a la ONU y su estadía de princesa allá (para que ahora critique la “represión” del Gobierno de Ecuador).
La verdad es que Espinosa apuntaba a ser princesa desde muchacha: liceo francés y clases de danza y equitación. De su gusto por los caballos saltó a la poesía erótica mientras continuaba sus estudios de ciencias sociales y geografía ambiental en EE.UU. Hizo trabajo de campo y se fue ubicando en la alta burocracia internacional. Era también profesora de la Flacso: conocía desde la mata la esencia dictatorial del correísmo.
Pero Correa la incorporó al gobierno y azuzó al animal político que llevaba dentro, tanto así que, como ministra de Defensa, al igual que Patiño, buscó la politización de las Fuerzas Armadas según el modelo chavista. (Imaginen el Octubre quiteño si lo hubiera logrado). Luego tuvo el olfato de apostar por Lenín y cortejarlo en Ginebra, pero cuando pretendió ser su vicepresidenta, Correa impuso a Glas y ella empezó su campaña a la ONU, violando la palabra empeñada por Ecuador a Honduras.
Etc., etc. Si llega en marzo a la OEA, habrá terminado de opacar a Correa, algo insoportable para su expadrino, que la tilda de traidora. El duelo está casado. ¡Hagan sus apuestas, señores!
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