China, ahora la segunda economía mundial y con un feroz apetito por recursos, se esfuerza por fortalecer relaciones con América Latina, aunque con escollos.
Según un informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) divulgado en mayo, China desplazará a la Unión Europea como el segundo mayor socio comercial de la región, ubicándose detrás de Estados Unidos, para mediados del 2011.
Los países latinoamericanos exploran acuerdos de cooperación con Pekín en campos como minería, energía, agricultura, infraestructura, ciencia y tecnología.
El interés de Pekín en la región va desde el petróleo de Venezuela hasta la madera de Guyana y la semilla de soja de Brasil.
El director ejecutivo del Instituto de Relaciones Económicas Internacionales Chinas, Zhang Sengen, dijo que América Latina tenía un doble atractivo: cuenta con abundantes recursos, que China necesita para su crecimiento, y es un amplio mercado para sus artículos, con 560 millones de consumidores y un producto interno bruto combinado de cuatro billones de dólares.
Las inversiones directas de Pekín en la región latinoamericana sumaron USD24.800 millones en el 2008, constituyendo 14,6 % de su capital total en el exterior, según cifras del Ministerio de Comercio chino. Mientras, las inversiones latinoamericanas en China llegaron a los USD 112 600 millones, alrededor de 14 % del capital extranjero total absorbido por este país asiático. Se espera que las exportaciones de los países latinoamericanos a China alcancen 19,3 % del total para 2020, contra 7,6 % en 2009, según Cepal.
China se enorgullece de su relación con América Latina, de la que asegura se benefician ambas partes. La región le vende materias primas, como cobre, hierro y petróleo, mientras que las naciones latinoamericanas reciben artículos chinos, como teléfonos celulares y automóviles. Pero las relaciones no han carecido de complicaciones. En América Latina crece la cautela a la hora de hacer negocios con Pekín.
Argentina y Brasil han adoptado medidas anti-dumping (contra el comercio desleal) a productos chinos, ante la protesta de fabricantes locales, y otros países han expresado preocupación por los agresivos esfuerzos de la nación asiática por acceder a sus reservas de energía.
El investigador Wang Peng, de la Academia China de Ciencias Sociales, sostuvo que las firmas asiáticas en América Latina deberían realizar una adecuada evaluación de riesgos y proteger mejor el ambiente.
El vicepresidente de la Asociación China de Estudios Latinoamericanos y subdirector general del Centro Chino para Estudios del Tercer Mundo, Jiang Shixue, señaló que el interés de Pekín en la región no era solo económico, sino también político.