Diego Cevallos Rojas

Chile en la cornisa

Una derecha con remanentes pinochetistas y una izquierda con admiradores del chavismo, son las dos fuerzas punteras para las elecciones presidenciales del 22 de noviembre. Este duelo entre extremos es uno de los puertos al que el país sureño, uno de los más desarrollados y educados del continente, llega luego del revolcón social y político iniciado en 2019.

Chile apuesta hoy por posiciones extremas. Además, para 2022 pondrá a votación una nueva Constitución, cuya elaboración y discusión en marcha, refleja también perspectivas encontradas. Se trata del mismo país que en 1990 dejó atrás una cruenta dictadura, votando en las urnas con el aliento de un liderazgo político que se afanó en concertar y aislar a los extremos. El mismo país que era un símbolo de éxito económico.

Ríos de tinta han corrido para tratar de explicar cómo la mecha encendida en octubre de 2019, con el alza de las tarifas del Metro, hizo estallar una inusitada bomba política y social. Millones se han movilizado de forma pacífica desde entonces, pero quienes pusieron el tono son los violentos.
Chile lidera los niveles de desarrollo de casi todos los países del área. Esa realidad que ciertamente guardó tras bastidores distorsiones e injusticias, explica en parte el ánimo social de ir por más.

Y allí han florecido los extremos. Ahora hay una disyuntiva: elegir a José Antonio Kast, un derechista pro Pinochet, anti aborto, anti unión homosexual y que quiere perdonar a quienes violaron derechos humanos, o a Gabriel Boric, del izquierdista Frente Amplio y Partido Comunista, admiradores del chavismo, según los cuales, todo o casi todo del sistema político y económico de Chile, está mal.

Kast, del partido Republicano, se declara liberal, pero de su discurso y postulados, lo liberal solo alcanza a lo económico. En cuanto a derechos y democracia, lo que exhibe es un rancio conservadurismo con tufo patriotero y antiinmigrante.

Este ex legislador de 55 años, ofrece perseguir a los violentos de la izquierda. Así, singularizados, no a los violentos en general.

En la otra tienda, está Boric de 35, un ex dirigente estudiantil y legislador que representa a la izquierda. Su programa de gobierno es un crisol de promesas para refundar el país, pues para ellos, poco o nada de los avances alcanzados son positivos. Promete más Estado.

En sus apariciones públicas y debates, este candidato se ha exhibido inepto al manejar datos y fundamentos básicos. Se teme que su falta de experiencia y su entorno de radicales, desemboque en decisiones peligrosas.

Los centristas, los que dieron al país un desarrollo superior y ordenado frente de casi todos sus vecinos, van rezagados. El 22 será la primera vuelta electoral y en diciembre, la segunda. Kast y Boric son claros punteros.

El estallido social iniciado en 2019 sigue. Su herencia será, al parecer, un próximo gobierno –asumirá en marzo de 2022-- de derecha rancia o de izquierda radical. Chile camina por la cornisa.

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