Durante una emotiva celebración de acción de gracias en Barinas, el coronel Hugo Chávez pidió a Cristo que le dé más vida aunque por ello deba llevar su corona de espinas, su cruz o cien cruces. “No me lleves todavía” fue el grito desesperado de un Chávez atrapado por el monstruo que devora sus entrañas. Los anuncios eufóricos de una completa sanación han dado paso a penosas e inequívocas evidencias de un Chávez moribundo. Es imposible seguir ocultando la verdad en función de las elecciones presidenciales de octubre próximo. Chávez sabe que sus probabilidades de llegar con vida a los comicios son escasas y que está obligado a nombrar un sucesor que garantice la continuidad de su proyecto. Los sondeos de opinión, sin embargo, muestran que el candidato de oposición, Henrique Capriles, ganaría claramente si Chávez no se presenta. Ninguno de los posibles sucesores del Coronel, a saber, su hermano Adán, el actual canciller Maduro, el presidente de la Asamblea, Diosdado Cabello o el Vicepresidente Jaua, tendría capacidad alguna de vencer a Capriles.
Un triunfo de la oposición traería graves enfrentamientos y conflictos en el país caribeño. Conocemos el enorme desprecio que los socialistas del Siglo XXI guardan hacia la democracia representativa. Si a ello sumamos la penetración política realizada en las FF.AA. y la organización de vastas milicias, es altamente probable que las fuerzas chavistas se levanten en armas y proclamen un autogolpe. Los líderes bolivarianos no están dispuestos a perder sus privilegios ni a someterse a tribunales de justicia independientes que les exijan cuentas por los saqueos perpetrados en estos años y por sus conexiones con el narcotráfico y el crimen organizado.
Un deceso de Chávez tendría también implicaciones regionales muy importantes. No podemos olvidar que el Socialismo del Siglo XXI en América Latina fue posible gracias al financiamiento ilimitado provisto por Venezuela. Los petrodólares de Chávez pagaron campañas electorales millonarias y posibilitaron la creación de estructuras políticas que reprodujeron su proyecto en otras naciones. En un reciente artículo, John Perdue, director del Fondo de Estudios Americanos, sostiene que el heredero natural de Chávez es Rafael Correa. Su discurso radical y capacidad teatral le convierten en el sucesor ideal del Coronel. Creo, sin embargo, que ese análisis resulta incorrecto; Ecuador no tiene los recursos suficientes para alimentar un proyecto político regional que exige bastante más que estridencias discursivas y espectáculos mediáticos. Todo hace pensar que el Socialismo del Siglo XXI desaparecerá con su artífice y financista, y que los gobiernos de ese sino comenzarán a languidecer muy pronto. No será fácil, sin embargo, sepultar las dictaduras y restablecer la democracia en todo el continente.