Si creyeron que iban a silenciar la libertad de expresión, se equivocaron; si pensaron que iban a intimidar a la gente, erraron; si imaginaron que iban a dividir a los seres humanos, se engañaron. Este miércoles, cuando el semanario satírico Charlie Hebdo salga a la venta en las calles de París, tendrá más lectores que nunca en su historia. Sus editores han programado una edición de 1 millón de copias. Los lápices de un puñado de hombres libres son armas infinitamente más poderosas que las balas con las que un par de fanáticos intentaron restringir la libertad de expresión.
El periódico Liberation les ha cedido espacio en su redacción y Le Monde les ha facilitado las computadoras, las impresoras y los lápices. Google, el Gobierno francés, samaritanos e inversionistas privados les han dado suficiente dinero para mantener la publicación por tiempo indefinido, y el número de suscriptores se ha multiplicado. Cuentan con el respaldo de millones de personas. En un hecho sin precedente en la historia, este domingo, en París, la manifestación popular en contra del yihadismo terrorista convocó a más de un millón y medio de personas, a más de 50 jefes de Estado.
En los trágicos sucesos no hubo un enfrentamiento entre dos civilizaciones, como algunos precipitados se han apresurado a diagnosticar. Lo que hubo fue un acto de barbarie de un trío de salvajes en contra de víctimas inocentes. Los tres fanáticos que sembraron el terror en Francia no representaban a ninguna comunidad civilizada, sino a una banda de asesinos apátridas, que profanan a una religión que no prescribe ningún castigo a quien blasfema. En el Corán no se hace mención de la palabra blasfemia. Los gobiernos musulmanes totalitarios que practican los castigos corporales lo hacen por razones políticas.
Hoy, los judíos han proclamado orgullosamente su judaísmo y los musulmanes han exigido a los bárbaros que dejen de hablar en su nombre. En El Cairo, Beirut, Rabat y Ramala voces condenan los asesinatos.
El líder del grupo chiita Hezbolá dijo que los terroristas islamistas han hecho más daño al Islam que cualquier caricatura o libro. Hasan Nasralá dijo que los “grupos terroristas takfiri” habían insultado al Islam más que “aquellos que han atacado al mensajero de Dios a través de los libros o películas que muestran al profeta en caricatura”.
“No solo la ‘civilización de Occidente’ se está movilizando contra las organizaciones terroristas islámicas –escribió Zvi Bar’el en el periódico israelí Haaretz–. La ‘Civilización islámica’ está haciendo lo mismo visualizando el terrorismo extremista como un peligro a su cultura y a su reputación”. Pero el riesgo subsiste porque hay fanáticos que dicen que les ofende una caricatura y sin embargo no los ofende el desamparo de los desplazados en Siria o Líbano. Son terroristas cuya meta es polarizar más a la sociedad, dividirla, una acción política.
Para honrar debidamente a los muertos, hoy más que nunca los medios occidentales tienen que renunciar a la autocensura en respuesta a las amenazas de extremistas.
Sergio Muñoz Bata / El Tiempo, Colombia, GDA