Introducción
No hay duda de que la Inteligencia Artificial (IA) es más que una simple moda tecnológica pasajera. La IA está transformando el mundo de una manera muy importante y rápida. Su desarrollo en los últimos años ha sido impresionante. Por esta razón, la sociedad está ávida por entender qué es y para qué sirve la IA y, en Ecuador, se han multiplicado eventos públicos y privados donde se discuten estos temas.
Inclusive en la Asamblea Nacional, entre junio y septiembre de 2024 se presentaron tres proyectos de ley para regularla. Luego estos proyectos fueron unificados en una sola propuesta en la Comisión de Educación, Cultura, Ciencia, Tecnología e Innovación. Así, la discusión trasciende el ámbito técnico y avanza hacia lo político y regulatorio.
No obstante, al asistir a varios foros o espacios de discusión, lamentablemente, he visto que personas sin formación rigurosa en IA han sido presentadas, o se han presentado, como “expertos”. Esto plantea una pregunta inquietante: ¿qué significa realmente ser un experto en IA?
Los “expertos” que no lo son
Que alguien haya utilizado ChatGPT, u otras herramientas similares de IA, no lo cataloga como experto. Estos productos están diseñados para ser accesibles para todo el mundo: de otro modo, no serían exitosos. Saber usar la interfaz intuitiva de una herramienta de IA no reemplaza el entendimiento profundo de los fundamentos, algoritmos, entrenamiento, y límites éticos e implicaciones sociales que están detrás de estas tecnologías.
El efecto halo que, aplicado al campo de la IA, implica asumir autoridad por ser visible o influyente en otro campo, puede ser muy peligroso. Por ejemplo, un abogado, autoridad o personaje mediático puede tener opiniones válidas sobre temas afines a su campo formación, pero no necesariamente sobre aprendizaje profundo, sesgos algorítmicos o arquitecturas de redes neuronales artificiales, que son elementos clave en la IA moderna.
¿Qué implica ser un experto en IA?
Según la RAE, un experto es una persona “práctica o experimentada en algo” o una persona “especializada o con grandes conocimientos en una materia”. En el contexto de la IA, ser experto requiere comprender de manera técnica y profunda los principios, fundamentos, y algoritmos que están detrás de los productos y servicios de IA. También se requiere comprender el impacto que las tecnologías de IA tienen sobre la sociedad y cómo hacer un uso ético y responsable de las mismas.
Una persona no puede volverse experto en IA de un momento a otro, especialmente en una época donde los desarrollos en IA se dan a pasos agigantados. Toma mucho tiempo (en el orden de años) comprender de manera amplia y sólida los temas subyacentes a la IA. Aparte, también se requiere de experiencia práctica en el desarrollo de algoritmos y soluciones de IA para saber los retos e impactos de estas tecnologías.
Desaforadamente, esto no se logra con un taller rápido, viendo dos o tres vídeos introductorios, ni interactuando ocasionalmente con ChatGPT.
¿Por qué proliferan los charlatanes?
Los charlatanes (personas que hablan mucho y sin sustancia) proliferan porque la demanda de conocimiento en IA supera ampliamente la oferta de verdaderos especialistas. Las universidades, institutos, y centros de investigación pública y privada quedan casi como guardianes herméticos del conocimiento científico.
Este vacío en la difusión del conocimiento en IA lo están llenando influencers, figuras públicas, o panelistas improvisados e inexpertos en IA, que en la mayoría de las veces no agregan valor, y, por el contrario, generan confusión o fomentan mitos. En el caso de las autoridades del sector público y privado que no conocen o no tienen un adecuado asesoramiento sobre IA, el asunto es quizá más grave porque toman decisiones que impactan sobre un segmento importante de la sociedad.
Además, el problema se agrava cuando en redes sociales basta una narrativa superficial que suene interesante para atraer la atención, pero muchas veces no contribuye al debate, al rigor técnico, ni al bien común.
La responsabilidad del que opina y de la audiencia
Quien opina debe tener la humildad y responsabilidad de examinar sus propios conocimientos en IA. En el caso de carecer de ellos, debe abstenerse de opinar o debe formarse con rigor. Quien aspira a opinar, debe hacerlo desde una base sólida de conocimiento y experiencia.
Por otro lado, la audiencia debe actuar con pensamiento crítico: cuestionar, investigar, contrastar y verificar las credenciales técnicas (publicaciones, experiencia en proyectos, y formación académica), y no dejarse cautivar por una autoridad aparente en IA.
Conclusión
Ser experto en IA implica requiere de un profundo dominio técnico y experiencia en la materia, lo cual se alcanza en años. Abusar de la etiqueta de experto sin sustento es muy irresponsable y peligroso, más aún en un país como Ecuador con una legislación en desarrollo y un ecosistema de IA naciente.
El camino correcto exige dos pilares: expertos genuinos dispuestos a compartir su conocimiento a través de canales de difusión masiva, y una audiencia crítica, informada, y capaz de distinguir entre humo y sustancia. Solo así evitaremos discusiones vacías y decisiones erróneas para dar lugar a la construcción de una comunidad que no solo conozca sobre IA, sino que la use de forma ética y responsable.