Culminada la jornada electoral del domingo, hay hechos que se presentan inequívocos. Existe un ganador que se impone por sobre el resto de candidatos, pero al que cerca de dos tercios de los votantes no le ha brindado su apoyo. Bajo las reglas establecidas, buenas o malas, asunto sujeto a otra discusión, es ineludible la celebración de una segunda vuelta, hecho aún no oficializado al momento de preparar estas líneas. La delicada coyuntura por la que atraviesa el país exige legitimidad y certidumbre en la elección de sus dignatarios, las cuales se obtendrán únicamente si el respaldo inequívoco a una de las dos candidaturas que han quedado en los primeros lugares se expresa nítidamente en las urnas. Al momento las autoridades electorales están en deuda con el país puesto que sus ofrecimientos de celeridad y eficiencia han sido incumplidos, creando una estela de dudas. Dejando las suspicacias de lado es imprescindible que, a través de una gestión que no genere dudas, en la próxima etapa electoral las autoridades encargadas de la organización de los comicios actúen de manera que no generen una sensación de parcialidad, que deja un sinsabor a los votantes que desconfían sobre si efectivamente se respetó o no la voluntad de la mayoría.
En la situación actual del país, lo peor que puede suceder para lo venidero es que sobre las nuevas autoridades pesen dudas sobre la legitimidad de origen. Se requiere que ellas provengan de un mandato límpido, para que tengan la fuerza moral necesaria a fin de trazar un derrotero que demandará del esfuerzo y sacrificio conjunto. Si se observa que el déficit acumulado de los últimos cuatro años alcanza un porcentaje que se sitúa alrededor del 20% del PIB, podemos considerar el desafío descomunal que se tiene que enfrentar en el futuro cercano. Ante ello resultaría absurdo agregarle a los hechos una crisis política.
Vistos los resultados ya existe un esbozo de lo que será la composición del nuevo órgano legislativo. Como se preveía ya no habrá la hegemonía absoluta de ningún grupo y el nuevo período que se inaugurará en mayo deberá estar marcado por las negociaciones políticas y los consensos, sin búsqueda de prebendas. Parte de la agenda inmediata será tratar lo pertinente a la elección de autoridades de control. ¿Se podrá insistir en la pretensión de ubicar o mantener en esos cargos a personajes cuestionados por sus actuaciones? o será necesario que aquellos den un paso al costado.
Sin duda vamos a entrar a un período tenso en el que se deberá esperar que los actores que intervengan en el mismo estén a la altura del desafío que se les presenta. Requerimos que los que han optado por estas posiciones se pongan el traje de estadistas y abandonen la tarima, la última proporciona popularidad pero deja intactos los problemas que se agudizan y amenazan con conducir al país a una situación verdaderamente penosa. Es momento de hacer una elección adecuada para reconstruir una institucionalidad abatida, que nos permita considerar que volvemos a la senda de construir un verdadero Estado de Derecho.