Cerrar y abrir embajadas
En la "aldea global" en que vivimos, los viajes presidenciales al extranjero han perdido la solemnidad que antes tenían. Han proliferado tanto -así como las reuniones cumbres- que una suerte de inflación los ha venido a aquejar, haciéndoles ganar en banalidad lo que han perdido en eficacia.
Sin embargo, la diplomacia presidencial tiene ventajas que, en determinadas circunstancias, pueden resultar irreemplazables. El Jefe de Estado representa a todo su país y su palabra puede generar compromisos a los que la Corte Internacional de Justicia atribuye inclusive un carácter jurídico. Bienvenidos, en consecuencia, los entendimientos de Correa con el ruso Putin y el francés Hollande, con cuyos Estados el Ecuador mantiene relaciones de larga data que incluyen un comercio significativo e intereses -no siempre convergentes- acerca de importantes temas internacionales.
Los abrazos con el dictador de Bielorrusia, en cambio, no tienen justificación, que no sea la de una coincidente ideología socialista y su común aversión al capitalismo. Correa declaró que Lukachenko "valora al hombre por encima del capital" y elogió a quien se conoce como un violador sistemático de los derechos humanos, que tiránicamente gobierna por casi 20 años, lo que le ha valido críticas mundiales y sanciones de la Unión Europea. Para tratar directamente con él, Correa anunció que abrirá una Embajada en Minsk.
Es verdad que el Presidente tiene la facultad de abrir embajadas, pero su ejercicio debe entenderse en función de los intereses del pueblo ecuatoriano. No se ve qué ventajas puedan derivarse para nuestro país con la apertura de la misión diplomática en Minsk. Está bien mantener buenas relaciones con todos y diversificar los clientes para el comercio ecuatoriano, pero más importante es ampliar y profundizar los intercambios con quienes son nuestros principales compradores. Si el Gobierno está empeñado en negociar un acuerdo con Europa -¡con siete años de atraso!- no parece una buena medida intercambiar abrazos con quien ha sido sancionado por sus prácticas antidemocráticas y cerrar, al mismo tiempo, las embajadas en varios países de la Unión Europea, tales como Bélgica, Holanda, Austria, Suecia, P ortugal y Polonia. Para explicar estas perjudiciales decisiones se han usado dos disparatados sofismas: la reciprocidad, en la más elemental y simplista de las interpretaciones, y un pretendido ahorro de costos. Así, en la sede de la Corte Internacional de Justicia -La Haya- donde el Ecuador es actor y demandado en importantes juicios, nos quedaremos sin un representante diplomático, como ocurrirá con Bruselas, reconocida como capital de la Unión Europea .
¡Pero, en cambio, tendremos un Embajador para dialogar con Lukashenko sobre los métodos más eficaces para permanecer 20 años en el poder!