Uno de los efectos más preocupantes del Régimen de la revolución ciudadana es la polarización de tendencias, donde los actores políticos se desplazan hacia los extremos. En este espacio de la polarización, derecha e izquierda confluyen en sus rasgos negativos, identificables en el autoritarismo, la desinstitucionalización y la persecución del otro.
La polarización genera un vacío en el centro, que es el espacio donde se puede mantener el debate y la deliberación por fuera de posiciones dogmáticas y de verdades impuestas. El espacio del centro es el que fortalece la democracia y las instituciones, el lugar donde es posible disentir, poner en duda certezas y construir acuerdos más allá de los discursos sesenteros, de las afirmaciones grandilocuentes y vacías de sentido.
El espacio del centro político brinda en cambio, la posibilidad de resaltar y combinar los elementos positivos que provienen de ambas tradiciones políticas y que la polarización convierte en antagónicos: la vigencia de las libertades y de los derechos fundamentales, el imperio de la ley para reducir la discrecionalidad y la arbitrariedad de los detentores del poder, la política de inclusión y equidad para reducir las brechas de desigualdad que caracterizan a la realidad sociopolítica del país. En el centro, estas posturas pueden confluir y coexistir.
La conformación del centro es por naturaleza pluralista; más que un espacio neutral o ambiguo frente a los naturales enfrentamientos ideológicos, es el campo donde esas posturas (tanto las de izquierda como las de derecha) pueden confrontar, debatir, acercar posiciones; el centro es espacio de deliberación porque de el se alejan los discursos y programas que no se comprometen seriamente con la vigencia de la institucionalidad democrática.
Una política de centro permitiría huir del efecto de péndulo que ha caracterizado al manejo económico del país, efecto que ha llevado cíclicamente el manejo fiscal desde ajustes draconianos en etapas restrictivas, al despilfarro indiscriminado en las expansivas. Brindaría la posibilidad de transitar desde períodos de abundancia a períodos de escasez, sin comprometer la capacidad del país de gobernar sus procesos, sin sobresaltos que debiliten la necesaria continuidad de la política pública.
En este período preelectoral se pone a prueba la hipótesis de la posibilidad de reunir fuerzas alrededor del centro político, de reorientar al país alejándolo de la deriva autoritaria a la cual necesariamente conduce el modelo de la revolución ciudadana. De la posibilidad que se constituya este espacio, dependerá que el país regrese a la democracia y abandone el desierto de la antipolítica y de la demagogia.