Al calor de un café los dos viejos amigos conversan. Sabes -dice Ernesto- me he puesto a pensar que con la lógica de los tiempos actuales, yo debiera estar en la cárcel con cadena perpetua. Chistoso -le responde Pancho-. ¿Por qué dices semejante zoncería? Claro -continúa Ernesto-, te imaginas si hubiera caído preso y juzgado por las innumerables marchas, paros, huelgas, en las he participado en mi vida. Allá a fines de los sesenta, todavía en la escuela, como curioso participé en los furiosos choques entre los universitarios y policías. Corrí, me escondí, respiré bombas lacrimógenas.
Luego -sigue Ernesto- como estudiante del Mejía, no se diga. Iniciando el primer curso, como cachorro, me vi junto a cientos de compañeros gritando contra las injusticias, malos gobiernos y dictaduras. En esas aulas y, sobre todo, en la calle Vargas en medio del humo, recibí cursos intensivos de responsabilidad histórica y social. Y así en los años siguientes como dirigente estuve en cientos de protestas.
Entonces Pancho -dice Ernesto-, sumando semejante currículo, mínimo trescientos años preso, por penas acumuladas por rebelión contra las injusticias. Así es Ernesto -responde Pancho- pero en esa cárcel estarías bien acompañado. Estaríamos con algunos de los altos funcionarios y nuevos asambleístas oficiales.
Fuera de bromas y de nostalgia -avanza Ernesto- no es coherente con una trayectoria de izquierdas y con una comprensión democrática frenar la protesta social a través de una sanción desproporcionada a los estudiantes del Central Técnico, a menos que a través de ellos se quiera dar un mensaje “emblemático” a toda la sociedad para que no piense en movilizarse por cualquier motivo.
Sí -acompaña Pancho-, tampoco es correspondiente con el mandato constitucional de derecho a la educación que luego de haber sido sancionados y juzgados no se les permita ingresar a clases. Sabes que los 55 chicos menores de edad detenidos, para salir en libertad el 23 de febrero luego de los incidentes, pagaron la multa correspondiente por los daños ocasionados. Y desde esa fecha están fuera del colegio. Los 9 mayores de edad que cumplieron 35 días en la cárcel, fueron liberados y sobreseídos por no haber encontrado contra ellos pruebas de rebelión, sin embargo, tienen la amenaza de otro proceso y otras sanciones .
A todas luces -señala Ernesto-, los chicos del Central van quedando como víctimas de un poder que no mide su poder. Es como si en una pelea el grande luego de darle una tunda al pequeño, continuara pateándole en el suelo.
En educación lo importante es el aprendizaje. ¿Quién duda que con tantos problemas los estudiantes del Central ya aprendieron bastante? El asunto es que si las autoridades no se calman, pueden estar sembrando resentimiento en los muchachos y bronca en la sociedad.