La historia es uno de los instrumentos más poderosos para el cambio. Su conocimiento permite comprender y transformar el presente y garantiza el diseño del futuro. Su ignorancia hunde cualquier proyecto.
También el pasado es una de las fuentes principales que alimenta la cultura y la identidad de las personas y los pueblos. En tal sentido es un patrimonio invaluable que tiene que ser protegido y conservado. Toda nación que piense desarrollarse y trascender debe invertir talento, tiempo y recursos en sus bienes ancestrales.
Desde los años sesenta se desarrollaron con más fuerza iniciativas importantes, pero insuficientes para la recuperación y cuidado del Patrimonio Cultural. La actividad de la Casa de la Cultura, de agentes privados y muy especialmente del Banco Central fue crucial para que no se perdieran huellas arqueológicas, pintura y artesanía colonial y republicana, música y fotografía del siglo XX, bibliotecas y archivos históricos estatales y privados. Se invirtió en la recuperación de la memoria. El Central construyó museos e impulsó sendas investigaciones y publicaciones sobre historia económica y pensamiento ecuatoriano en filosofía, economía, sociología y educación que iluminaron los debates académicos y las clases universitarias de los años ochenta.
En tiempos más recientes, la actividad del Fonsal, la política de diversas administraciones municipales y la ayuda de la cooperación, especialmente española, sirvió para restablecer monumentos, templos y archivos eclesiásticos. Cabe destacar la labor del actual Ministerio Coordinador de Patrimonio, quien a partir de un Decreto de Emergencia frenó el deterioro de muchos bienes culturales y visibilizó la enorme riqueza patrimonial de los ecuatorianos a través de un gran inventario.
Sin embargo, un noventa por ciento de nuestro legado histórico y cultural está en riesgo. Ignorancia, falta de sensibilidad y visión estratégica de muchos tomadores de decisión, limitados recursos técnicos y financieros y proliferación de intereses mezquinos en espacios estatales centrales y locales agravan esta situación.
Están en grave riesgo, según denuncias, edificios históricos como el del colegio lojano Bernardo Valdivieso fundado por Simón Bolívar en 1826. Es incierto el futuro de los preciosos bienes culturales del Banco Central. Desesperadas voces lojanas claman ayuda para el viejo Colegio al Presidente, a la Asamblea, a las ministras de Patrimonio, Cultura y Educación, y a los medios. Ninguna voz se escucha a favor de las Venus de Valdivia, los Caspicara, las cartas de Sucre, Bolívar, Alfaro y Dillon del Fondo Jijón del Banco Central.
El Ministerio Coordinador de Patrimonio debe volver por sus fueros y convocar a una minga nacional por nuestro pasado y futuro. Por la historia y por Yasuní, al mismo tiempo.