La imagen de los productores de cebolla de Santa Elena arrojando esta hortaliza en las calles de Guayaquil, frente a las instalaciones del Magap, es emblemática. Esa es una muestra de que en la década ganada, el agro ha pasado a un segundo plano. Ellos protestaron hace dos semanas por la difícil situación en la que se encuentra este sector, por una severa caída de los precios. Una de las razones que ocasionan este problema es la mayor participación de la cebolla peruana en el mercado.
Los productores de Loja, por ejemplo, recuerdan que hasta antes del gobierno de Alberto Fujimori ellos exportaban cebollas al mercado peruano. Sin embargo, en el vecino país se puso en marcha una política de mediano y largo plazo para mejorar la productividad, con la presencia incluso de asesores externos. Ahora, casi dos décadas después, Ecuador es uno de los principales destinos de la cebolla peruana y de sus semillas.
Para detener en algo el ingreso de esta hortaliza y ante el reclamo de los productores, las autoridades restringen su ingreso e incluso anuncian que se intensificarán los operativos de control en la frontera. Claro, lo ideal habría sido que anuncien que intensificarán las acciones para mejorar los niveles de productividad de la cebolla en el Ecuador. De eso casi no se ha anunciado nada.
Aunque este no es un problema de hace dos semanas. Por ejemplo, en junio del 2014, en el Reporte de Coyuntura del sector Agropecuario elaborado por el Banco Central, ya se advierten los serios inconvenientes por la que atraviesa el productor de cebolla.
En ese diagnóstico se indican, entre otros factores que afectan al sector -desde hace unos seis años en promedio-, la escasez y el alto costo de la mano de obra, falta de financiamiento, falta de asistencia técnica gubernamental, problemas en el sistema informático para acceder a créditos estatales, elevado costo y calidad de los fertilizantes.
Pero seguramente en breve llegarán los ofrecimientos para hacer del Ecuador una potencia agroindustrial. Pura palabrería.