Supongo que casi todos hemos sentido agobio, indignación y vergüenza por lo que sucede en Quito durante estos días. Sin embargo, aunque nos encontremos en medio de una podredumbre y abandono que no hemos sentido antes en la capital, siempre nos queda la posibilidad de lanzarnos al vacío desde el borde de un buen libro hacia su misterioso interior y escapar así muy lejos, por ejemplo al sur de los Estados Unidos, allá por los años treinta del siglo pasado, para conocer a un grupo extraordinario de cazadores solitarios…
Carson McCullers, una de las mayores representantes de la literatura estadounidense, escribió esta magnífica e impactante novela, ‘El corazón es un cazador solitario’, cuando apenas tenía veinte y tres años. Nacida en Columbus, Georgia, en 1917, esta precoz novelista, cuentista, ensayista y dramaturga, falleció a los cincuenta años por una hemorragia cerebral luego de haber padecido varios ataques al corazón y un cáncer de seno.
‘El corazón es un cazador solitario’, es una obra escrita con prosa sutil, preciosa y tan precisa que asombra por la juventud de su autora cuando la escribió en 1940. Sus personajes resultan inolvidables, en especial quien lleva el hilo conductor de la novela, John Singer, un mudo que entabla una entrañable relación de amistad (o quizás de amor, pues nunca se hace referencia al verdadero tipo de amor que los une) con Spiero Antonopulos, otro hombre sordomudo que convive con Singer en un estrecho apartamento en alguna ciudad sureña de los Estados Unidos.
Tras una serie de pequeñas desgracias que sufre su amigo Antonopulos, Singer se queda solo y decide mudarse a vivir en la casa del joyero Kelly. Allí, valiéndose de unas notas de papel, se hace entender y consigue que los demás habitantes de la casa, todos personajes singulares y exquisitamente logrados, confíen a Singer sus confidencias y sus anhelos más íntimos. Capítulo aparte merece Copeland, un hombre negro, médico de profesión en aquellos terribles años de segregación racial, que sueña con una revolución en la que se equiparen los derechos de negros y blancos.
Singer describe así a Copeland: “El negro está enfermo de tuberculosis, pero no puede ir a ningún buen hospital de aquí porque es negro. Es médico, y es la persona más trabajadora que he conocido. No habla como lo hacen los negros. A los otros de su raza me cuesta entenderlos porque no mueven bastante la lengua para decir las palabras. Este negro me asusta a veces. Sus ojos son ardientes y brillantes. Me pidió que fuera a una fiesta en su casa, y lo hice. Tiene muchos libros.”.
Entrar en el mundo mágico de aquella vivienda y de las vidas de sus personajes es una experiencia única para comprender la forma de vida de esa gente humilde durante la primera parte del siglo XX: sus temores, penurias, pasiones; sus derrotas permanentes en una historia deslumbrante que tiene la virtud de iluminarnos y, al mismo tiempo, alejarnos de esta oscura época que nos ha tocado vivir.