Todas las personas se equivocan de alguna u otra manera en la vida. Sea por su forma de pensar o actuar, pues todos somos pecadores; unos menos y otros más.
Lo importante está en ser justo y honrado ante los demás. Los errores involuntarios pueden solucionarse.
Lo grave está en que, a pesar de estar más de una vez equivocado haciendo daño a los demás, no rectificar a tiempo todo lo realizado y continuar con lo positivo ya logrado.
Así nos evitaríamos tantos inconvenientes que alteran el orden y la tranquilidad social de la ciudadanía.
El gobernante que no sabe escuchar la opinión del pueblo se transforma, tarde o temprano, en enemigo de sí mismo.