Carta a Enrique Ayala Mora

Señor Doctor Ayala Mora:

Me refiero a su artículo titulado Las Muertes del Arroyismo, publicado en El Comercio de esta ciudad, el pasado 8 de junio.

El Dr. Arroyo fue líder del Partido Liberal Radical y un prestigioso abogado de personas y compañías nacionales y extranjeras. No fue, como usted dice, “líder de la oligarquía liberal y abogado de compañías extranjeras”. A manera de anécdota, le cuento que el Dr. Arroyo se recibió como abogado muy joven y tuvo que esperar cumplir la mayoría de edad para empezar a ejercer su profesión.

Afirma que el régimen del Dr. Arroyo fue “autoritario y promovió el crecimiento del Cuerpo de Carabineros … en desmedro del Ejército”. Usted está equivocado Dr. Ayala, el régimen Arroyista se caracterizó por respetar el orden y la ley y por mantener el respeto a las instituciones y hacerlas respetables. La actual Policía Nacional se crea como institución, separada del Ejército, en el Gobierno del Gral. Enríquez Gallo en 1938, dos años antes que el Dr. Arroyo asuma la Presidencia de la República. ¿Por qué dice que Arroyo prefirió armarla, antes que armar a las Fuerzas Armadas? ¿Acaso entregó a la Policía tanques, cañones y campamentos quitándoles a los soldados?

Continúa usted diciendo que “… Arroyo logró un cese de la oposición interna, pero prefirió su propia subsistencia a la defensa nacional”. Son otras afirmaciones suyas que no se ajustan a la verdad. La oposición interna se mantuvo vigente durante todo el Gobierno del Dr. Arroyo, desde dentro y fuera de nuestras fronteras. El Dr. Arroyo siempre tuvo la intención de culminar su período presidencial, porque era un demócrata convencido y quiso desterrar esa inestabilidad que ha caracterizado al Ecuador hasta hace muy pocos años y que nos hizo tanto daño, como individuos y como País.

Dudo que usted no conozca algunos hechos y sucesos que voy a narrar. En los 10 años que precedieron al Régimen Arroyista, entre 1930 y 1940, se sucedieron 25 cambios en la Jefatura del Estado, consecuencia de sucesiones, descalificaciones, destituciones, revoluciones. En octubre de 1938 el Alto Mando Militar del Ecuador muere en un acontecimiento que podemos llamarlo atentado, antes que accidente. La movilización de tropas peruanas hacia la frontera común con Ecuador inicia en enero de 1941, los actos bélicos los provoca e inicia el Perú en julio del 41; a esas fechas Arroyo llevaba en el poder apenas cuatro y diez meses respectivamente. Altos Jefes Militares ecuatorianos reconocieron que en 1941 “… no había Ejército para defender las fronteras; no existía Marina para hacer respetar el Mar Territorial; no teníamos Aviación para impedir las violaciones de nuestro espacio aéreo y el ataque de nuestros centros vitales. …”. La Segunda Guerra Mundial se desató en septiembre de 1939, un año antes de que Arroyo asuma el poder en Ecuador; ¿cree usted que era posible, para un país como el nuestro, procurarse de armamento en esos días? ¿Podía el Gobierno de Arroyo del Río, en tan breve plazo y bajo esas circunstancias, armar la defensa de nuestra heredad? Es decir: construir carreteras, montar campamentos y puestos de frontera, entrenar soldados y comprar armas, cañones, tanques, barcos y aviones. ¿Conocía usted que en las Conversaciones en Washington, de 1936 a 1938, entre los Gobiernos del Ecuador y Perú, ya se discutía una línea de frontera que nos alejaba del Río Amazonas? ¿Conocía usted que el Ecuador había nombrado Cónsul General en Tumbes en 1929?

Puedo seguir con muchas preguntas más al Historiador.

Creo que ya es hora de dejar de endilgar el fracaso militar y el infortunio diplomático del Ecuador en 1941 y 1942, sobre los hombros de Carlos Alberto Arroyo del Río y de Julio Tobar Donoso. Usted tiene la obligación moral, en su calidad de Historiador y Maestro, de exponer ante los ecuatorianos los hechos que precedieron y siguieron a la Guerra del 41 con objetividad, con ecuanimidad. Una Patria puede ser amada y respetada y puede progresar, cuando quienes la componen conocen los hechos como sucedieron, por duros que sean. Una Patria que trata de construirse con base en mentiras o verdades a medias, se cimienta en barro.

Termino diciéndole que una muerte es demasiado, toda vida es invalorable. Es lamentable el fallecimiento del obrero sanmigueleño Luis Saltos, del estudiante guayaquileño Héctor Hugo Pauta y de otra persona en el mismo escenario, del manabita señor Telmo Zornoza y de la quiteña María del Carmen Espinosa. Estas cinco personas no merecían morir. Pero le pido reflexione: ¿Cuántas personas han muerto en nuestro País y en el Mundo entero, víctimas de lo que usted llama represión y otros llaman mantenimiento del orden y paz? ¿Se ha dado cuenta señor Doctor Ayala Mora, que en el régimen Arroyista murieron por represión política menos personas que bajo muchos otros gobiernos; entre ellos, los del Gral. Alfaro? Usted tiene suficiente edad para acordarse de los muertos en las campañas políticas en las que participaba el Dr. Velasco Ibarra.

No quiero que me malinterprete. No estoy diciendo que uno o cinco muertos sean bueno. Estoy diciendo que el contenido y el título de su artículo son desacertados.

Comedidamente le pido profundice, con responsabilidad, el estudio de sucesos y acciones que se dieron durante los casi cuatro años del Arroyismo, retirando ese velo de odio, de rencor, de pasión o simplemente de presión social que parece agitar su espíritu. Créame, exponer los hechos ajustándose a la realidad, le va a colmar de credibilidad y respeto; le va a generar paz interior. Obviamente que estará expuesto a que dos o tres ignorantes insistan en que Carlos Alberto Arroyo del Río no merece ningún tipo de consideración; pero, supongo, usted ya ha aprendido a superar este tipo de adversidades.