La espantosa situación en la que el Gobierno del socialismo del siglo XXI tiene a Venezuela llevó al Secretario General de la OEA a buscar la invocación a la Carta Democrática.
Es abundar en detalles de sobra conocidos decir que en Venezuela hay hambre, falta de libertades, no existe libertad de expresión, varios líderes políticos opositores están presos y reina el crimen. La responsabilidad total recae en el inoperante gobierno de Nicolás Maduro – elegido a dedo por Hugo Chávez para sucederle – y su arrogante puesta en escena.
La Organización de Estados Americanos, OEA, es la entidad de estas características más antigua del mundo, con más años en vigor que la propia Organización de Naciones Unidas, ONU.
Su secretario general es Luis Almagro. Militante de izquierda y canciller del Uruguay durante el gobierno del izquierdista presidente José Mujica.
Los llamados a cambiar el estado de cosas y acudir al diálogo que ha formulado en múltiples oportunidades Luis Almagro le honran como un demócrata de buena voluntad, que busca una salida pacífica para el bien de los habitantes de Venezuela.
Luego de fuertes intercambios de palabras entre el Secretario – mandatario de los gobiernos – y el presidente Maduro las cosas han salido de cauce. Es más, se llegó a insultos y descalificaciones personales.
El Secretario General ha pedido que se busque la aplicación de la Carta Democrática. Ese instrumento fue redactado para acudir a él en situaciones extremas. No es un documento para defender a los gobiernos en cualquier circunstancia. Es importante que su claridad sea interpretada en la línea de evitar conspiraciones y preservar la legitimidad de los gobiernos legalmente constituidos. Pero también, y su redacción es clara, se la puede invocar en situaciones límite como la que aqueja a Venezuela, donde la libertad y el hambre desembocan en tumultos y violencia como las de ayer en las calles de Caracas donde los manifestantes claman por alimentos.
Venezuela hace rato no vive en democracia, más allá de los votos que obtuvo el presidente Nicolás Maduro en las urnas. La intolerancia, represión y mutilación de las libertades son insoportables.
Una mayoría de legisladores opositores ganó la Asamblea Nacional y busca un referendo revocatorio del mandato pero el Presidente, prevalido de su fuerza y su control de todos los poderes -la independencia allá también es una quimera – , se empecina en bloquear la posibilidad de que el pueblo se pronuncie como manda la Constitución que los mismos chavistas escribieron.
La posición conciliadora de la OEA ayer en Washington es tibia, insólita y solamente logra darle más tiempo al Gobierno. Es verdad que un diálogo siempre es mejor pero si ese camino no funciona o es tardío, la invocación de la Carta Democrática que buscó Luis Almagro será, al final, la única solución para frenar una gran sangría antes de que sea demasiado tarde.