Pensaba escribir sobre la excelente noticia de la reanudación completa y efectiva de las relaciones entre Ecuador y Colombia. Ese es mi tema, las relaciones internacionales, pero me es imposible pretender que no pasa nada y voltear la mirada cuando veo la carta de la esposa del coronel César Carrión, encarcelado por más de dos meses ya, tras declarar en CNN una verdad contraria a la del Presidente. Después de leer la carta de su esposa, creo sinceramente que César Carrión, acusado nada menos que de intento de magnicidio, demuestra lo lejos que ha retrocedido el Gobierno de la revolución ciudadana en escasos cuatro años. Si es posible convertir a un médico de clase media y padre de familia sin antecedentes en un magnicida, todos podemos correr la misma suerte. Es síntoma de la falta de tolerancia política, del poco aprecio por la democracia plena, de la mínima capacidad para reconocer errores propios y directamente enmendarlos; peor aún de parecerse un poco a Mandela, o por lo menos a Mujica y’ perdonar. Parece que el Presidente solo perdona a aquellos fieles o serviles -aunque inútiles-, pero nunca a quienes han discrepado.
Ni en un millón de años hubiese pensado que aquel profesor universitario modesto, empecinado, pero soñador, llamado Rafael Correa, a quien conocí antes de tener poder terminaría así: como un presidente omnipotente, demasiado empecinado en tener la razón, tanto que termina cometiendo más errores de los que se hubiera permitido en su época modesta. Menos aún me hubiera imaginado que los demócratas que estuvieron en las calles luchando contra los abusos de poder de Lucio Gutiérrez como María Paula Romo, Norman Wray y mucho menos Gustavo Jalkh miren ahora hacia otro lado y permitan que esto pase –no como un incidente aislado- sino sistemáticamente. No creo que puedan decir con la mano en el corazón que la justicia es independiente de Carondelet. Menos aún justificarlo a cuenta de “el proyecto”. Están asfixiando a la democracia sin protestar, siempre están dispuestos a justificar un evento más. Son sus colaboradores los que han convertido a Rafael no en un Presidente, sino en un líder máximo e inobjetable. La euforia les ha hecho corresponsables de lo que sucede en este caso; en los más de 200 acusados de terrorismo en un país que desconoce terroristas internacionales; en los persistentes ataques a periodistas.
Jeanneth Orbe de Carrión tiene la humildad de pedir por el amor de Dios ayuda para su marido, cuando lo que se merece es justicia. Su pecado fue tener un esposo médico mal ubicado en el momento de deplorables acontecimientos, cuya inocencia circula por Internet. Ojalá su carta exprima conciencias en Carondelet. También debería remover conciencias afuera del Régimen, no es el momento de mirar a otro lado y pretender que no pasa nada.