En recientes fotografías públicas, el general Paco Moncayo viste de nuevo los colores de la Izquierda Democrática. Él quiere que este partido político renazca.
Recomponer una agrupación de esta naturaleza no es una consigna sencilla. Al engorroso proceso de recolección y verificación de miles de firmas se suma la necesidad de contar con una militancia comprometida con su crecimiento.
Quizás este segundo requisito sea el más difícil de conseguir. En el 2012, la ID estaba tan debilitada que se quebró por dentro. Un sector de su militancia se fue con Avanza, el partido que fundó Ramiro González cuando era parte del Gobierno y manejaba una de las instituciones más poderosas del país, el IESS. El resto quedó a merced del enfrentamiento entre Dalton Bacigalupo y el ala de Andrés Páez.
Luego de que la ID fuera borrada del mapa electoral y de que una de sus principales figuras -Moncayo- no lograra entrar en la Asamblea, bajo la bandera de Ruptura 25, el general y exalcalde de Quito reconoció que su error político fue haberse alejado del partido naranja en el 2009.
Tuvieron que pasar cuatro años y una dura derrota electoral para que él entendiera que su liderazgo en la ID era fundamental, no solo para la vida del partido, sino para la democracia ecuatoriana en su conjunto.
La nostalgia no será suficiente para que Moncayo reagrupe a la ID. Tampoco pensar que esa tienda vaya a jugar un rol decisivo en el 2017; el proceso será largo. Sin embargo, el general ha sonado últimamente como una figura que podría articular un frente amplio de centroizquierda. Moncayo estará meditando la viabilidad de esas invitaciones.
Si las fuerzas de oposición, por primera vez en ocho años, tienen como meta el poscorreísmo, no pueden abrir un abanico de candidaturas y fraccionar el voto. Peor aún que Moncayo se preste para ese juego. Él ya no puede permitirse otro paso en falso, porque ahí sí la ID quedará para los libros de historia.