¿Por qué, cada cierto tiempo, como si fuera una maldición, los argentinos, pese a su riqueza natural, se precipitan en el caos? Quienes conocemos Latinoamérica sabemos que son los mejores educados de la región. De 1853 a 1930 crearon una mayoritaria clase media. Pero Argentina, que estuvo entre las naciones más prósperas del mundo, comenzó una lenta involución.
Larry Harrison, ensayista norteamericano, publicó por los ochentas ‘El subdesarrollo es un estado de la mente’. Obra donde afirmaba y, creo probaba, que había culturas orientadas a crear riquezas y otras que las destruían. Mariano Grondona, pensador argentino, escribió un libro magnífico sobre esa cuestión: ‘Las condiciones culturales del desarrollo económico’.
Los argentinos sustituyeron las enseñanzas de Juan Bautista Alberdi y de Domingo F. Sarmiento, dos políticos y pensadores liberales de mediados del siglo XIX, por el credo peronista. No entendieron que la prosperidad y el crecimiento económico en las democracias liberales eran consecuencia de la primacía de los derechos individuales, gobiernos limitados, separación real de los poderes, respeto por la propiedad privada, imperio de la ley, buen funcionamiento de las instituciones, rendición de cuentas por las autoridades, existencia del mercado y la meritocracia, clima que generaba y conservaba la riqueza. (Como en los 25 países más prósperos del planeta).
Influenciados desde diferentes ámbitos –fascismo, militares nacionalistas, comunismo, keynesianismo, cepalianismo-, los argentinos consideraron que el Estado debía dirigir la economía y distribuir la riqueza, sin percatarse de que los gobiernos son incapaces de hacer esas tareas con éxito.
El analista Esteban Lijalad me lo explicó con una información sobre las encuestas periódicas que hace para una firma publicitaria bonaerense. Cuando se pregunta a los argentinos si prefieren que el Estado intervenga en todos los sectores de la economía, el 53% responde: Sí. Cuando les preguntan si debe intervenir en algún sector, el porcentaje baja al 35%. Quienes prefieren que no intervenga en ningún sector, es un 9%.
Para la mayoría de los argentinos, la empresa privada es malvada. Enriquecerse es censurable. El individuo es sospechoso por su egoísmo.La solución de todos los males vendrá del Estado altruista que multiplicará milagrosamente, y luego repartirá, los panes, los peces y el delicioso vino Malbec.
Lo esencial no es la realidad, sino la ideología, las distorsionadas percepciones y el relato de un amable “ogro filantrópico” que dispensa favores a los necesitados.
En esta oportunidad fui a la Argentina con Álvaro Vargas Llosa, a presentar otro libro que habíamos escrito junto a Plinio Apuleyo Mendoza: ‘Últimas noticias del nuevo idiota iberoamericano’. La tercera entrega de una saga que comenzó hace casi 20 años con el ‘Manual del perfecto idiota’.
Está visto que los idiotas somos nosotros. No acabamos de entender que el mal no tiene cura.