Carlos Fuentes

Días antes de su muerte, dos amigos y yo hablábamos sobre Carlos Fuentes mientras engullíamos esos almuerzos rápidos de 4 dólares en un local atestado de gente.

Que vivió en Quito y estudió en la Escuela Espejo, decía uno. Que José Donoso y él se conocieron en Santiago de Chile, en la secundaria, y que, desde entonces, trabaron una amistad entrañable, aseguraba el otro. Que lo conocí en Guadalajara, adonde él había ido para compartir foro con los escritores mexicanos de la generación del ‘crack’, llamada así para tomar distancia con la del ‘boom’, apunté yo.

Fue una conversación animada en la que hubo el cotilleo de rigor –¿en quién mismo se inspiraron Fuentes y Donoso para crear al ficticio escritor ecuatoriano, Marcelo Chiriboga? ¿En el Turco Adoum?– pero en la que primó el elogio y la admiración por la obra de aquel escritor.

Y no era para menos porque, hasta su muerte, Carlos Fuentes fue parte de una especie de intelectual en vías de extinción ¬–Vargas Llosa es ahora el último de los mohicanos– que escribe no sólo para conjurar sus demonios internos o para recrearse con el lenguaje, sino fundamentalmente para cambiar el mundo.

Fuentes creía o simpatizaba con la idea de que si alguien era capaz de escribir con sensibilidad e inteligencia, podría exponer verdades o paradojas que para muchos tal vez no fueran evidentes y que aquello, en último término, permitiría construir una sociedad algo más justa y algo más libre.

Ese convencimiento explica el aliento totalizador de sus novelas, libros en los que se intenta explicar el mundo entero en una sola narración. Muchas obras de Fuentes pasarán a la historia –‘Cristóbal Nonato’, ‘Terra Nostra’ y ‘La muerte de Artemio Cruz’ son algunas de ellas– pero yo me quedo con ‘Las buenas conciencias’ y ‘En esto creo’.

La primera es una novela escrita con una prosa elegante y apacible que describe el proceso de iniciación de un joven en la edad adulta. Es una de las novelas morales más extraordinarias que he leído jamás –junto con la ‘Autobiografía psíquica de Hermann Broch’, escrita por el mismo Broch.

‘En esto creo’ es un diccionario filosófico o de ideas, al estilo de los que escribieron Voltaire o Flaubert. En él, Fuentes desgrana, en orden alfabético, los temas que componen su credo personal. El repaso de ese credo le permite a uno entender la amplitud y la profundidad de los temas que atraparon su atención y que le acreditan como un escritor verdaderamente universal.

Poco después de conocerse la muerte de Fuentes ambos amigos me llamaron al teléfono. Experimentamos una cierta incredulidad y desconcierto porque nuestra conversación había resultado trágicamente premonitoria. En el próximo almuerzo habrá que pensar bien sobre qué escritor decidimos hablar...

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