Siempre he creído que la mejor forma de terminar con el maltrato –físico y sicológico- de las mujeres en el hogar es que su pareja deje de maltratarla, antes que esta se dedique a convencer a amigos, familiares y vecinos que él no la maltrata o que si lo hace un poquito, es por su bien. Y que, al final, lo que importa es que pasa suficiente comida para que coman todos.
Este es el mejor símil que encontré para nuestras andadas y desbandadas en política exterior. Para empezar la buena noticia es que comemos todos y, con la Revolución Ciudadana, bastante bien. Eso siempre es una buena noticia, que la Comisión de Derechos Humanos en Ginebra debería tomar en cuenta para su informe, pero pegamos un poquito a la esposa… es decir maltratamos periodistas; encontramos toda suerte de estratagemas para terminar con la reputación de muchos y ponemos juicios de la más diversa índole a los indígenas que protestan. Terminar esas acciones inmediatamente es mucho más fácil, produciría más votos y sería más barato que gastar miles de dólares en campañas de promoción de premios Nobel, viajes de amplias comitivas y empresas de lobby internacionales para convencer a los demás que no hacemos, lo que en verdad hacemos.
Lo mismo podría aplicarse al tema de nuestra vocación a la causa de la integración latinoamericana. Es mejor siempre dar ejemplo en casa y profundizar nuestros compromisos con la CAN, Unasur, OEA antes que emprender aventuras que pueden terminar debilitándonos más lo que ya existe. Pero al parecer no es el caso. El fiscal ecuatoriano -al que le ha sido imposible detener a un solo responsable en el Ecuador del envío de drogas en una valija diplomática- tiene tiempo y recursos para una cruzada trasatlántica para promover una Corte Penal Sudamericana. No sé si él coordinó o no con la Cancillería, pero de la forma que lo está haciendo (presentar la iniciativa en España) antes que a los países de Unasur es ya una afrenta. Peor aún cuando el resto de países ni siquiera conocen la iniciativa y, seguramente ni siquiera están de acuerdo con ella.
No obstante, no todo es malo en la casa del herrero. La Asamblea finalmente aprobó la Convención del Mar, una iniciativa internacional que fue promovida hace muchos años por el Ecuador -entre otros países- con el protagonismo del embajador ecuatoriano Luis Valencia, en el seno de las negociaciones. Pero que, no obstante, hemos sido uno de los últimos países en aprobarla. Ya 162 naciones lo habían hecho y nosotros nos habíamos quedado rezagado. Después de todo, las millas de mar territorial más las de explotación económica exclusiva sólo serán importantes y suficientes en la medida en que nos ocupemos de que el Estado pueda patrullarla y cuidarla efectivamente y nuestros pescadores puedan consolidar su trabajo en ellas. Concluyendo, la mejor política exterior siempre empieza por casa.