Vuelven a la palestra las normas que rigen a la relación laboral. Tema que causa posicionamientos encontrados.
Para unos el tema laboral es económico: las trabas laborales reducen la productividad. En nuestra economía bastante abierta (aunque cada vez menos) y globalizada, perdemos competitividad.
Para otros es social: hay que propender que el trabajo sea más llevadero para los trabajadores, que con frecuencia realizan tareas cansinas, repetitivas o que requieren gran esfuerzo.
La política laboral es una medalla de dos caras. De qué sirve ser muy competitivos económicamente si es al costo de la salud y el bienestar del trabajador. Pero avances en derechos sociales que no se sustentan en la productividad corren el peligro de perderse. No hay nada peor que retroceder de la calidad de vida al que uno se ha acostumbrado.
Veamos Grecia. Con su ingreso a la Unión Europea, Grecia se apresuró a extender beneficios sociales al estilo noreuropeo, sin alcanzar su productividad. En Grecia, de los ciudadanos entre 55 y 59 años, solo 18% trabaja; en España, 22%. En EE.UU. es 43% y Suecia es 58%.
Hoy, Grecia no puede producir lo suficiente para pagar por sus importaciones, el Fisco no tiene como atender las prestaciones sociales, los acreedores pierden confianza, el país está en bancarrota.
La TV nos trae imágenes de los griegos reclamando que el Seguro Social no entrega medicinas. La troika de la Unión Europea, el Banco Central Europeo y el FMI le piden a Atenas austeridad para recuperar competitividad. Que sin aumento de sueldo se trabaje un día más.
En el otro extremo están China y otros países asiáticos que optan por estipular condiciones muy básicas para los trabajadores, que en otras latitudes se considerarían inhumanas. De ahí“las diferencias culturales” a las que aluden los representantes de las empresas constructoras chinas en el país cuyas prácticas han sido tema de reportajes de este diario.
La defensa de este modelo asiático es que las mejoras para los trabajadores avanzan de la mano de la productividad. En los setenta, cuando Sixto Durán, alcalde, contrató la construcción de los túneles con una empresa coreana, esta trajo hasta los barrenderos. Hoy, los salarios coreanos son muy superiores a los nacionales.
América Latina y Ecuador en particular tienden a enfocar a la política laboral preponderantemente desde el ángulo social. Por esa la maquila de México y Centroamérica no puede competir con la China.
Sabemos que el modelo asiático es inaceptable para los ecuatorianos. Pero no insistamos en una extrema rigidez laboral.
¿Por qué se objeta que se pueda trabajar en un horario distinto al típico del oficinista? ¿Se penaliza a la contratación eventual? ¿Es tan engorroso despedir?
No seamos inflexibles.
No nos acerquemos más al escenario griego.