En1964, Herbert Marcuse publicó “El hombre unidimensional”, libro en el cual expuso su visión de la sociedad industrial avanzada como un círculo vicioso que crea falsas necesidades, incita el deseo de satisfacerlas y estimula el consumismo. Hacia 1980, los Chicago Boys esgrimieron la doctrina neoliberal: el mercado es el gran protagonista de la vida económica. El Estado debía auspiciar las privatizaciones y eximirse de regular las actividades de carácter social. Menos Estado y más mercado, fue la aplaudida consigna de esa década.
Eran los años de Reagan, Thatcher y Pinochet. En 1989 la juventud alemana derribó el Muro de Berlín. El modelo de Estado totalitario, absorbente y policiaco había fracasado. En 1992, un gris empleado de la administración Bush y llamado Fukuyama salió a decir que las ideologías ya no eran necesarias, que habían sido sustituidas por la Economía. La historia, según él, había terminado. Había triunfado el neoliberalismo, ideología a la que presuntuosamente la llamaron ‘pensamiento único’.
Nuestra generación ha visto el ascenso y el estruendoso hundimiento de gobiernos populistas y autocráticos cuyos líderes, borrachos de gloria, tuvieron la ridícula petulancia de proclamar que su proyecto político había triunfado para perdurar no menos de 300 años. En su momento, los aullidos de Hitler, el chacal de Europa, no asordaron por más de tres lustros y no los mil años que pronosticó.Ningún ideario o empresa política, ningún autoproclamado ‘pensamiento único’ ha durado más allá de lo que dura la vida de un perro por bien alimentado que haya sido, esto es, 15 años a lo más. Toda doctrina que pretende ser autosuficiente se descalifica a sí misma, se hunde en la nada de su vanagloria.
Tal es el albur de todo petulante pregón revolucionario. Y tal es el inevitable destino de ese parto de los montes llamado ‘socialismo del siglo XXI’ en sus distintas versiones: chavismo, kirchnerismo, correísmo, etc. En Argentina, la mala noche kirchnerista ha quedado atrás; en Venezuela, el chavismo experimenta sus últimos estertores.
Que sepamos, nadie, ni su principal mentor, el alemán Heinz Stefan Dieterich, ha explicado qué es lo que singulariza al socialismo del siglo XXI. Quienes se han adentrado en el tema encuentran una acefalía doctrinal, una nebulosa en la que flotan elementos dispares que proceden, unos, del socialismo clásico (Marx y Engels) y otros, de la doctrina social de la Iglesia y la Teología de la Liberación.
Hay, sin embargo, cuatro estrategias en las que coinciden las distinta versiones regionales de este fenómeno político: 1/ gobernar a través del plebiscito siempre que exista la seguridad del triunfo; 2/ resucitar un rabioso antinorteamericanismo al estilo de los años 60; 3/ manipular las leyes a fin de asegurar la reelección indefinida, y 4/ a pretexto de justicia social revivir el odio entre clases.