Enero de 2016 quedará signado por las capturas significativas de prófugos de la justicia y fugados de prisiones en lugares distantes como México y Argentina.
Quiso la casualidad que el cabecilla del cartel de Sinaloa, Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán fuese ubicado luego de un minucioso rastreo en un lujoso barrio en Los Mochis, mientras que los presuntos delincuentes argentinos fueron localizados en Santa Fe.
Es casualidad, también, que el mafioso mexicano y los capturados argentinos tengan tejida alrededor una historia que tiene que ver con uno de los negocios ilegales más productivos del momento: el tráfico de sustancias.
Guzmán, de 61 años, vio de pequeño sembrar opio a su padre. Vivía a 60 kilómetros de la escuela que pronto abandonó. A los 15 años ya sembraba marihuana. Y cuando capturaron al capo Osiel Cárdenas y luego se disgregó el poder del cartel de Guadalajara, se consolidó como el narcotraficante más peligroso de México.
Con la presunción de responsabilidad de unas 3 000 muertes en su curtida conciencia, quien había sido detenido en 1993 en Guatemala, culminó su segunda fuga de prisión en julio de 2015. Esta semana ha sido cambiado hasta ocho veces de celda para evitar fugas y cada rincón de los lugares de reclusión cuenta con cámaras de seguridad. No debemos olvidar que su fuga se produjo en un punto ciego para las cámaras, en el baño.
Pero ‘El Chapo’ cometió un error. Le ganó la vanidad. Y su amistad por redes sociales con la actriz Kate del Castillo, protagonista de la ‘Reina del Sur’, telenovela de una historia de narcotráfico, llevó a un encuentro con Sean Penn, un artista de cine famoso cautivado por hacer una película autobiográfica del mafioso. Las pistas guiaron a los 2 500 hombres de seguridad que le buscaban hasta su lujosa guarida, donde murieron acribillados cinco de sus guardaespaldas.
El caso de los hermanos Lanatta y Schillaci difiere. Ellos eran gatilleros de algún cartel en Argentina cuyos tentáculos están por descubrirse. El negocio sucio de la venta de efedrina, una estimulante y precursor de las anfetaminas, los vinculó con el crimen de tres personas. Los asesinados estaban en contactos con carteles mexicanos y se presume que eso molestó a quienes controlaban el ‘negocio’ en Argentina.
Las presunciones deben determinar si los vínculos con la política existieron o no. Desde aportes de algún implicado al fondo de la campaña presidencial de Néstor Kirchner hasta los supuestos contactos con Aníbal Fernández, jefe de gabinete de Cristina Fernández de Kirchner, quien fue derrotado en su aspiración a ser gobernador de Buenos Aires por María Eugenia Vidal, del partido del actual presidente Mauricio Macri.
Ambas fugas y recapturas, aunque no tengan relación directa, ponen en cuestión la fragilidad de los sistemas carcelarios, el vigor de la justicia, la limpieza de las fuerzas del orden y la actividad política muchas veces sospechada de vínculos truculentos.