Caótica pandemia
Cansa el tema de la pandemia. Que aumenta, que disminuye, que las nuevas cepas, que los PCR, que las cuarentenas, que las vacunas, y los contagios van y vienen, y la mortandad no ceja. La soberbia de los humanos, conquistando el espacio sideral, entrando en la era del 5G y de tantos otros avances, hacía impensable que no se pudiera someter a un virus que se escabulle y que nos tiene en jaque.
Como en otras circunstancias, aflora la miseria humana para decirnos que seguimos por la senda de la indiferencia y del defiéndase quién pueda y cómo pueda. De solidaridad, se ven ejemplos que se destacan porque son la excepción. Escribo esta reflexión, desde el aislamiento, en las afueras de la gran ciudad, lejos del comercio callejero, del caótico tráfico y del bullicio ensordecedor. En definitiva, vivo en el silencio, que termina siendo el más fuerte de los ruidos, y ello me hace más incomprensible aún cuan mezquinos o miopes han sido nuestros gobernantes, que desde un inicio debieron tomarse de las manos para en conjunto salir a comprar vacunas para todos, como cuando a través del Convenio Hipólito Unanue, hace algunos años, salieron a comprar antivirales para el VIH.
Tal ausencia de solidaridad es preocupante e invita a preguntarse por qué. Como somos parte de Occidente, y estamos sujetos a similares normas de convivencia social, estamos siendo testigos de una competencia absurda, ególatra y mezquina por intentar aparecer ante la opinión pública, como el país, sea este cuál sea, triunfador en la adopción de medidas para combatir y doblegar a este enemigo invisible, que hasta ahora se ha ensañado con los mayores, como siempre con los más pobres, y que ahora comienza a poner en jaque a los jóvenes.
Todas nuestras economías están y seguirán estando muy afectadas, y como pertenecemos al continente en donde la riqueza se distribuye más inequitativamente, los que más tienen continúan ganando, mientras la inmensa mayoría que ya tenía dificultades para sobrevivir, ahora sencillamente está optando por morir por covid pero no de hambre. Ante ello, nuestros gobiernos, más preocupados por los mandatos del equilibrio macroeconómico y las encuestas, siguen apostándole a ser o aparecer como buenos alumnos y así mantener las cifras en azul, aunque ello implique un castigo hacia sus ciudadanos menos favorecidos, al no adoptar medidas más drásticas en favor de ellos.
Latinoamérica sigue a la saga del resto de continentes en lo que a crecimiento económico se refiere. Todo indica que la pandemia no cejará en su depredador camino, por lo que bien vale preguntarse: ¿qué esperan nuestros gobernantes para iniciar el camino de la solidaridad que lleva hacia amplios planes de crecimiento e inversión social?