Contrariamente a lo que se cree y a lo que han sostenido las religiones, el caos impera en el universo. El desorden, la inestabilidad y la turbulencia no son, como se suponía, rupturas ocasionales de la armonía universal sino elementos permanentes del universo, la sociedad y el hombre. No es verdad que en el cosmos reine la armonía y el equilibrio sino el desconcierto, la inestabilidad y la imprevisión. En una palabra: el caos.
El caos presidió el origen del cosmos —o sea la explosión inconmensurable de la materia-energía hace 13 700 millones de años, que marcó el inicio de nuestro universo— y está permanentemente presente en todas sus manifestaciones: en la astronomía, en la física, la química, la mecánica, la geografía, la meteorología, la biología y, por supuesto, en la sociedad. La desorganización, la anomalía, la arritmia, la incertidumbre y la tormenta forman parte esencial de los órdenes de la naturaleza, la sociedad y el hombre. Y esos desarreglos no son circunstanciales sino esenciales.
Lo que ocurre es que el paso del hombre sobre la Tierra es tan fugaz y sus plazos y dimensiones son tan cortos que no está en capacidad de percibir el desorden cósmico del que forma parte. Para tener una noción de nuestra pequeñez cito al astrónomo holandés Jan Hendrik Oort: el Sol tarda 250 000 millones de años en completar una vuelta en torno al eje de la galaxia de la que forma parte. Nuestro sistema solar —el Sol, nueve planetas, satélites, asteroides, cometas, meteoros y polvo interplanetario— está situado a 30 000 años-luz de distancia del centro de nuestra galaxia —la Vía Láctea— y es una parte infinitamente pequeña de ella, integrada por unos 200 billones de estrellas.
El desorden se encuentra lo mismo en los movimientos del sistema solar que en los cambios climáticos, los ritmos cardíacos o la vida económica.
A comienzos del 2005 astrónomos norteamericanos de Harvard anunciaron haber visto que una estrella de nuestra galaxia salió disparada hacia el espacio interestelar y que se desplaza por el vacío intergaláctico, en un viaje sin retorno, a más de dos millones de kilómetros por hora para estrellarse contra algún cuerpo sideral.
Es el imperio del caos.
Para tratar de descifrarlo, en el 2008 científicos de 34 países construyeron en la frontera franco-suiza, a cien metros bajo tierra, el acelerador y colisionador de hadrones más grande y poderoso del mundo, en el que los protones viajan a casi la velocidad de la luz y su choque —a razón de mil millones de colisiones por segundo— produce una gigantesca y desconocida cantidad de energía en un ámbito microscópico. Después de varios años de operación parece que han encontrado la partícula másica denominada “bosón de Higgs”, que permitirá en el futuro cercano descifrar los grandes misterios de la materia y el origen del universo.