A diferencia de nosotros, que compramos íconos sin beneficio de inventario, los ingleses saben lo que hacen.
Aunque las películas del agente 007 dejaron de interesarme hace mucho rato, casi por casualidad acabo de leer una nueva aventura suya, muy bien narrada, no por su creador, Ian Fleming, sino por un reconocido novelista inglés contemporáneo, William Boyd, quien recrea al agente del M16 y lo envía a apagar un revuelta africana donde meten mano la CIA y las compañías petroleras, pero faltan los rusos.
Bueno, no faltarán por mucho tiempo pues ahora que Putin, exagente de la KGB, ha decidido recalentar la Guerra Fría cabe suponer que Bond volverá a ocuparse de sus adversarios por antonomasia.
Algún lector suspicaz dirá que estoy mezclando personajes reales con ficticios. Pero quienes vieron la inauguración de las Olimpiadas de Londres, en la que Bond, encarnado por Daniel Craig, escoltó en helicóptero a la longeva reina de Inglaterra (que se prestó para el juego), pueden haber dudado de cuál de los dos personajes era menos real.
Luego cantó Paul McCartney. Bond, los Beatles y la reina, tres símbolos del poder británico. No en vano en 1967 la BBC había encargado a los músicos una canción para representar a su país (no al Ecuador) y ellos lanzaron ‘All You Need is Love’.
Al mismo tiempo se mostraba en las pantallas ‘Solo se vive dos veces’, la quinta película de Bond.
El Che ingresa a la iconografía mundial en octubre de ese mismo año, cuando concluye trágicamente el vía crucis boliviano que pretendía instalar un foco revolucionario en el corazón de Sudamérica.
Esa gesta romántica e inútil juntó su figura a los melenudos de Liverpool, de suerte que sus afiches adornaron los dormitorios de una generación de estudiantes rebeldes, aunque respecto del método para lograr un nuevo mundo sus posiciones eran radicalmente distintas.
Mientras los Beatles fumaban marihuana y se oponían a la guerra: “Give Peace a Chance”, el comandante planteaba crear “dos, tres, muchos Vietnams” para destruir a Estados Unidos.
Quienes cantan alegremente al Che deberían leer su mensaje a la Tricontinental, de abril del mismo 67, cuando pide desatar la lucha armada en todos los continentes para escalar a una guerra mundial abierta con el imperialismo yanky al costo que fuere.
Lo único que el Che compartía con los chicos de la Generación de las Flores era el pelo largo y cierto desprecio al capitalismo. Pero él era un hombre de armas tomar como James Bond, inclinado a ejercer la justicia por mano propia contra los campesinos que traicionaban a la guerrilla y contra decenas de torturadores del derrocado régimen de Batista a los que ordenó fusilar en La Cabaña sin mayores trámites.
Era otra época, sí, y hasta Mandela todavía era violento. El problema es que los íconos, vaciados de su contenido histórico, pueden ser usados para vender cualquier cosa: una camiseta, un país, una selva petrolera.