Recientes encuestas sobre la intención del voto confirman las deducciones que se advertían desde los prolegómenos de la actual campaña electoral, de que la proliferación de candidatos a la Presidencia de la República atomizaría los resultados y facilitaría el triunfo del Presidente-candidato, quien, además de su carisma, tiene la ventaja de una estructura de publicidad y propaganda experta en descalificar a los opositores.
No obstante, el Mandatario anunció hace pocos días su intención de estatizar la información, lo cual ha merecido el rechazo de diversos sectores, que coinciden en que el monopolio de la prensa es propio de gobiernos dictatoriales.
Durante el actual proceso electoral se han reeditado -corregidos y aumentados- vicios y defectos de la “noche neoliberal”. De nada valieron las invocaciones a la unidad formuladas por personas sensatas ni las advertencias sobre los peligros de la división. Más pesaron la ambición personal o de grupo, el afán de figuración y la irresponsabilidad de algunos políticos.
Según el artículo 143 de la Constitución de Montecristi, si un binomio obtiene en la primera vuelta por lo menos el 40% de los votos válidos y más de 10 puntos de diferencia sobre el segundo, no es necesaria la segunda vuelta.
Las mediciones de intención de voto coinciden en que el presidente de la República Rafael Correa (Alianza País) supera ese porcentaje, mientras su inmediato competidor, Guillermo Lasso (Creo), llega a la mitad y los otros aspirantes no superan un dígito; inclusive dos de ellos ni siquiera alcanzan 1%.
Simultáneamente se cumple la campaña para la elección de cinco parlamentarios andinos y 137 asambleístas, 13 más que en los comicios anteriores, con sujeción a las cifras arrojadas por el último censo nacional.
Lo novedoso es que en Guayas, Pichincha y Manabí se aplicará por primera vez la modalidad de distritos, lo cual causa cierta confusión.
En cambio, no es novedad que, si bien figuran personajes valiosos, respetables en las listas de candidatos, varias agrupaciones políticas hayan reincidido en la inclusión de ex reinas de belleza, presentadoras de televisión, futbolistas, figuras de la farándula, etc., lo cual no estuviera mal si aportaran algo positivo para la elaboración de leyes y la fiscalización (¿?) que le corresponde a la Función Legislativa, pero la experiencia demuestra que en la mayoría de los casos se aprovecha su popularidad y una vez elegidos engrosan la legión de títeres que deambulan en el recinto.
Para satirizar el bajo nivel intelectual de algunos candidatos, se simuló la inscripción de un burro en Guayaquil para los comicios de febrero, pero quedó flotando esa inquietud que invita a la reflexión, a sabiendas que está en manos del electorado el destino de la Patria.