Los aliancistas se frotan las manos. El panorama electoral con miras al 17 de febrero les cae muy bien. Todo salió a pedir boca. Su Jefe enfrentará a casi una decena de adversarios y, por lo tanto, han crecido sus posibilidades de ganar en primera vuelta, tal como ha sido su anhelo favorito desde el año de gracia 2009 en que la asamblea de Montecristi aprobó la reelección. El sueño opositor del “candidato único” se ha esfumado. Chao.
La serie “candidatos a la carta” está a la vista. De derecha, centro e izquierda, presidentes o ex presidentes, zurdo populistas o lo que sea. Entre ellos un ex banquero del barrio que aspira al vicecampeonato, contando con los aportes de la derecha y una dosis del centro. La sonrisa de Lasso se basa en sus encuestas y en los codazos -más algunos golpes- de Correa. No está mal como debutante. Lucio quiere también llegar entre los primeros. Ha trabajado durísimo pero -según sus palabras- los encuestadores le tienen tirria. Va por la reivindicación luego de que falló y se cayó tras un increíble ascenso a Carondelet. Ganó el premio ‘sorpresa’ con su binomio.
Hay también de izquierda, como Betí Acosta, el ex amigazo y casi compadre del Jefe. Un buen candidato, sin duda, y buen ciudadano, pero cuyas fuerzas adherentes están en duda. El Emepedé ex correísta y el Pachakutik dividido son sus bases. Además de un socialismo más dividido que PK y varios movimientos y personajes ex correístas. Ruptura 25 -centro izquierda- se juega nerviosamente una carta brava. Debuta en elecciones, luego de ocho años de ensayos, con muchos jóvenes y un veterano, preconizando la tesis de que si hay gente nueva para dar aire a la política ecuatoriana. Suerte.
No falta Alvarito. Solucionó en casa el problema de la vicepresidencia. Cierto que una vez le ganó a Correa pero fue cuando el Jefe era nuevito y cada vez pasan más años de esa jugarreta. Sigue siendo el hombre de los 100 millones, con el problema de que puede entrar pero no salir del país por orden de Carlitos Marx. Aspira a poner unos tantos asambleístas. ¿Para qué será?. Se cierra el menú de postulantes con Abdala, cuyo regreso siempre está en duda, y talvez con un joven, Mauricio Rodas, cuya aspiración sería darle batalla y causarle una ruptura en el tocte a Norman Wray.
Finalmente, el Jefe, con sus evidentes virtudes y reconocidos defectos, con su maratónica campaña de seis años impulsada por una super maquinaria electoral, con obras que eran del presidente y hoy son del candidato, con ofertas diarias y jornadas sabatinas que envidian sus rivales, con el apoyo de los que reciben bono y de la nueva burocracia. Con sus obras, su verbo, la entrega total a la causa, con su anhelo de terminar su jornada presidencial dando una paliza a la cuasi decena de candidatos a la carta. Nada más ni nada menos. El caso de los vicepresidenciables es otra historia. Una pequeña historia. Un cuento.